Ficha técnica:
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Título: Brahms: The Boy II
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Año de estreno: 2020
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Director: William Brent Bell
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Género: Terror, suspenso
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Duración: 86 minutos
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País: Estados unidos
Decidí escribir esta crítica
porque, tras haber visto la primera entrega The Boy (2016), tenía ciertas
expectativas sobre esta secuela. Sin embargo, la película no logró estar a la
altura de su predecesora, lo que me lleva a analizar sus fallos narrativos, técnicos
y conceptuales.
La historia sigue a una familia que, tras un violento asalto, decide mudarse a una casa apartada para recuperarse de un trauma. Allí, el hijo de la pareja, Jude (Christopher Convery), encuentra a Brahms, el siniestro muñeco de porcelana. Desde este momento, comienzan a ocurrir eventos inquietantes.
Uno de los problemas principales de la narrativa es que desvirtúa por completo el giro de la película. The Boy destacó por jugar con las expectativas del espectador y entregar un giro sorprendente. Sin embargo, esta secuela decide abandonar ese concepto y transformar a Brahms en un muñeco sobrenatural, eliminando el elemento psicológico que hacía especial a la original.
El ritmo de la historia también resulta un problema. Los momentos de tensión se sientes forzados, y la trama avanza sin un verdadero desarrollo de los personajes. La película se apoya en tópicos predecibles del género de terror, como los jumpscares injustificados y los comportamientos ilógicos de los protagonistas.
Visualmente, la película no aporta nada nuevo. La dirección de William Brent Bell es funcional, pero carece de creatividad. La posición de cámara intenta generar tensión con planos cerrados y desenfocantes, pero no logra una atmósfera verdaderamente inquietante.
En comparación con la primera entrega, donde los encuadres ayudaban a generar incertidumbre sobre si el muñeco se movía o no, en esta secuela el recurso pierde fuerza porque desde el principio se nos indica que Brahms tiene un componente sobrenatural. Esto le resta impacto y suspenso a la historia.
Uso de los puntos más débiles de la película es la psicología de sus personajes. Liza (Katie Holmes), la madre de Jude, es presentada como una mujer traumatizada que intenta ayudar a su hijo a superar su miedo. Sin embargo, sus reacciones y decisiones a lo largo de la película son inconsistentes. Jude, por su parte, pasa de ser un niño vulnerable a un personaje casi inexpresivo, y su relación con Brahms no está lo suficientemente explorada para que el público se involucre emocionalmente.
El gran problema radica en que la película no profundiza en el trauma de la familia ni en los efectos psicológicos que Brahms genera en ellos. A diferencia de la primera entrega, donde la protagonista lidiaba con su pasado y aislamiento, aquí los conflictos son superficiales y apenas afectan el desarrollo de la historia.
Brahms: The Boy II es una secuela innecesaria que traiciona la esencia de su predecesora. La película opta por un enfoque sobrenatural que carece de originalidad y termina cayendo en los clichés más trillados del cine de terror. Su narrativa es floja, sus personajes poco desarrollados y su dirección carece de la creatividad necesaria para generar verdadero suspenso. En definitiva, The Boy fue una película mucho más efectiva en su propuesta, mientras que esta segunda parte se siente como una oportunidad desa
La historia sigue a una familia que, tras un violento asalto, decide mudarse a una casa apartada para recuperarse de un trauma. Allí, el hijo de la pareja, Jude (Christopher Convery), encuentra a Brahms, el siniestro muñeco de porcelana. Desde este momento, comienzan a ocurrir eventos inquietantes.
Uno de los problemas principales de la narrativa es que desvirtúa por completo el giro de la película. The Boy destacó por jugar con las expectativas del espectador y entregar un giro sorprendente. Sin embargo, esta secuela decide abandonar ese concepto y transformar a Brahms en un muñeco sobrenatural, eliminando el elemento psicológico que hacía especial a la original.
El ritmo de la historia también resulta un problema. Los momentos de tensión se sientes forzados, y la trama avanza sin un verdadero desarrollo de los personajes. La película se apoya en tópicos predecibles del género de terror, como los jumpscares injustificados y los comportamientos ilógicos de los protagonistas.
Visualmente, la película no aporta nada nuevo. La dirección de William Brent Bell es funcional, pero carece de creatividad. La posición de cámara intenta generar tensión con planos cerrados y desenfocantes, pero no logra una atmósfera verdaderamente inquietante.
En comparación con la primera entrega, donde los encuadres ayudaban a generar incertidumbre sobre si el muñeco se movía o no, en esta secuela el recurso pierde fuerza porque desde el principio se nos indica que Brahms tiene un componente sobrenatural. Esto le resta impacto y suspenso a la historia.
Uso de los puntos más débiles de la película es la psicología de sus personajes. Liza (Katie Holmes), la madre de Jude, es presentada como una mujer traumatizada que intenta ayudar a su hijo a superar su miedo. Sin embargo, sus reacciones y decisiones a lo largo de la película son inconsistentes. Jude, por su parte, pasa de ser un niño vulnerable a un personaje casi inexpresivo, y su relación con Brahms no está lo suficientemente explorada para que el público se involucre emocionalmente.
El gran problema radica en que la película no profundiza en el trauma de la familia ni en los efectos psicológicos que Brahms genera en ellos. A diferencia de la primera entrega, donde la protagonista lidiaba con su pasado y aislamiento, aquí los conflictos son superficiales y apenas afectan el desarrollo de la historia.
Brahms: The Boy II es una secuela innecesaria que traiciona la esencia de su predecesora. La película opta por un enfoque sobrenatural que carece de originalidad y termina cayendo en los clichés más trillados del cine de terror. Su narrativa es floja, sus personajes poco desarrollados y su dirección carece de la creatividad necesaria para generar verdadero suspenso. En definitiva, The Boy fue una película mucho más efectiva en su propuesta, mientras que esta segunda parte se siente como una oportunidad desa