sábado, 22 de julio de 2023

Relato corto

 

Vida Nocturna



Era un sábado a las 02:00 de la mañana, acabamos de entrar al pub al que siempre íbamos Sergio y yo. Como siempre, la atmósfera del antro estaba bien cargada, en el reservado imperaba la ley de la selva. Las personas se comportaban como en una especie de anarquía, en dónde aquel que tenía dinero podía hacer lo que quisiese. Además, las propinas a los trabajadores eran muy frecuentes, en caso contrario podían echarte a la calle en cuanto hicieras algo que no les gustase, y en el caso de Sergio el riesgo era constante.

A nosotros nos iba bien en la vida, él trabajaba en un banco muy importante en España y tenía dinero para derrochar en estupideces. Por otro lado, yo soy un empleado en una fábrica de coches. Siempre había disfrutado de este tipo de vida, pero según el tiempo continua te das cuenta de que las cosas cambian. O avanzas o te quedas estancado. Esta última opción es el caso de mi amigo Sergio.

 

  •      Recárgame la copa guapa -dijo Sergio agitando la mano. Estaba en un estado de embriaguez sustancial.
  •      Sergio, vas muy ciego, no seas grosero con la camarera, por favor – le tiré por detrás de la camiseta para que no se levantara.
  •     ¡Suéltame, joder! ¿Crees que eres mi madre? A ella le gusta que le hable así. – Enfadado sacó la tarjeta de crédito y pagó todo lo que habíamos tomado. Y por supuesto, a la camarera no le gustaba que le hablara así.
    En el local nada barato en el que estábamos, Sergio se dejó 700€ entre copas y farlopa. Yo no entendía como su mujer no le decía nada, pues este tipo de salidas tenía una periodicidad semanal, aunque yo solo le acompañaba de vez en cuando. En mi caso tenía dinero, pero no tanto para despilfarrarlo sin que se notara.
  •      Daniel, si te llama mi mujer y te pregunta, he estado toda la noche contigo, ¿vale? – No se le entendía nada al hablar, sólo farfullaba. Llevaba la ropa hecha un estropicio, llena de manchas de alcohol. Era la misma que había llevado al trabajo ese día.
  •     Sergio, ¿por qué no te vas con ella? Estas fatal, ve con tu familia tío.
  •      ¿Qué dices? No me voy a ir, ahora viene lo mejor de la noche. Me voy con alguna chica. Quiero disfrutar un poco de la vida, que eres un amargado. A veces hay que pensar en uno mismo y darse un capricho.
  •   Vete a casa, de verdad, te has pasado con la droga y el alcohol. Descansa y ya saldrás otro fin de semana. -le dije serio y tajante.
  •      ¡Anda ya!, eres un matao, voy al baño ahora vengo. -dijo de manera poco entendible y mientras le caía el sudor como un cosaco. El consumo, en este tipo de noches, era muy excesivo.

En mi caso, no podía más, estuve durante 15 años de mi vida siguiendo este estilo de vida, me casé y tuve un hijo. Mejoré mi situación, me di cuenta de que no podía seguir llevando este tipo de vida desenfrenada. ¡Parece ayer cuando mi vida estaba así de oscura, Dios…!

En ocasiones esporádicas, como aquella noche, lo acompañaba un rato por los viejos tiempos y la amistad, pero no me drogaba y, por supuesto, le era fiel a mi mujer. Yo no sé como Sergio podía traicionar de aquella manera a su familia. Tenía dos hijos encantadores con Marta, a los que le iba a buscar la ruina.

En la vida puedes equivocarte, no hay duda de ello, pero de estos errores hay que aprender y corregir el camino. Sergio siempre fue un hombre que destacaba tanto física como académicamente: Complexión fuerte, alto, rubio y licenciado en Economía. Su trabajo como director de la sucursal le propinaba mucho dinero para sus vicios. Sergio, el cual tenía a fecha de aquella noche 34 años ya no parecía el que fue cuando éramos unos chavales. La vida que llevaba le había pasado factura. Se metió en un mundo muy oscuro y se quedó atrapado en él, y para más inri, tampoco quería salir de aquella ilusión. Debería de haber ido a algún centro de ayuda para que lo trataran especialistas.

Dónde más se le notaba su deterioro físico, aparte de la perdida de musculatura, era en su boca: donde hubo dientes blancos y perfectos ahora quedaban unos dientes amarillos y picados. Los vicios de la noche pasan factura a todas las personas.

Salió del baño con la mandíbula ladeada hacia la derecha, hacía aspavientos y se rasco la nariz con la manga de la camisa.

 

  •       Daniel, si te llama mi mujer, le dices que he estado contigo.
  • -  Ya me lo has dicho hace un momento. Ya no te acuerdas ni de lo que dices, vete a casa tío. – Me daba pena verle así, repiento aquellos errores de la juventud.
  •     ¡Dios! ¡Que pesado eres tío! Déjame disfrutar de la vida, que solo se vive una vez. ¿Has pensado alguna vez en ti y dejar en otro plano a los demás?
  •      ¿Ves cómo eres, Sergio? Eres un individualista y un egoísta. Hay más personas a tu alrededor a la que haces daño con tu actitud -le dije subiendo el tono de mi voz. Me estaban dando ganas de golpearle.
  •      ¡Que te den, Daniel! Déjame en paz. Tengo 34 años, no 6, hago lo que me da la gana. -Mirándome fijamente, se dio la vuelta y se marcho del pub en el que estábamos.
En el aparcamiento, tenía aparcado su BMW. Un coche deportivo descapotable de color azul. Se montó en él, sin observar su estado de embriaguez, pisó el acelerador y salió hacia donde quiera que fuera.

                                                                                               

Horas después, por la mañana, me enteré de toda la historia. Del pub se fue a una fiesta privada en el chalet de su amigo Matías. Un tipo que se las daba de Pablo Escobar pero que en realidad solo era un ricachón. Aparentaba ser lo que no era, fardaba de mover grandes cantidades de droga, cuando en realidad sólo vendía a sus amigos más cercanos. Sergio era un cliente fiel.

Dejó su BMW en el aparcamiento del chalet, y entró en la casa. Como siempre, allí había caviar, champagne, canapés, vino, drogas y putas. A Sergio siempre le gustaba figurar una persona ilustrada, aunque en realidad no tenía idea de muchas cosas de la que decía ser un experto. Le encantaba la vida de esos despojos sociales que solo podían mantener el nivel económico gracias al sufrimiento humano de otras personas. Unos completos parásitos.

La fiesta tenía todo lo que le gustaba a Sergio, estaba emocionado. Siguió bebiendo y consumiendo rayas hasta que una chica le llamó para subir a la planta superior del edificio. Terminado ese rato con la chica, bajó para estar con su amigo el traficante.

  •     Menuda noche eh, Matías. Tu sí que sabes montártelas.
  •      Nunca me gusta defraudar a mis invitados. Hay que tener clase. Pero una cosa te digo, me debes 800 euros si mal no recuerdo amigo.
  •       Sí, lo sé. ¿Puedo pagarte con tarjeta?
  •       ¿Tu eres tonto o que te pasa? ¿Cómo me vas a pagar 800 euros en coca con tarjeta, pedazo de subnormal? – Matías, comenzó a hacer amagos con las manos y a poner cara de agresividad para dar más énfasis a su ridículo papel de traficante. Llego yo a estar delante y le hubiera partido la cara-. Ve ahora mismo a un cajero y sacas el dinero, sino quieres ser testigo de las represalias.
  •       Pero a estas horas…
  •   Zas -guantazo con manos abierta en la cara- ¡Ahora!

Todo el mundo se acercó al sofá donde estaban sentados por la reacción absurda de Matías. Un tipo de estatura baja y gordito. Sergio se levantó con un carrillo de la cara inflamado y se dirigió a la puerta, se montó en el coche y fue en busca de un cajero. -En otra época, Sergio hubiera matado a aquel tipo-.

Tras haber consumido tanto alcohol y drogas, Sergio no estaba en condiciones para conducir. En una curva, a velocidad de 120 km/h por población, su coche salió de la calzada y termino empotrado contra el escaparate de una tienda. A esa velocidad no hubo posibilidad de salvación. Murió antes de que llegaran los servicios de emergencias.

                                                                                                     

En el día de su entierro, me paré en frente de su puerta, meditando todo lo que había pasado entre nosotros desde que nos conocimos con 5 años. Muchos recuerdos venían a mi cabeza…

Muchas personas piensan que la vida es como en las películas, es decir, que todo acaba con un final feliz, pero en la mayoría de las ocasiones no es así. Si no eres autocritico contigo mismo, no tienes responsabilidad y no actuar de forma debida ante las dificultades de la vida, acabas muy mal.

Fui su amigo siempre, no era mala gente, pero hizo mucho daño a las personas de su alrededor, aquellos que le quisimos de verdad.

Sacudí la cabeza para evadir aquellos pensamientos, me armé de valor y llamé a la puerta. Me abrió Marta, su mujer.

  •      Hola Daniel, pasa. – Su rostro denotaba mucho dolor y sufrimiento, tenía la cara congestionada por haber llorado durante horas.
  •      ¿Qué tal estáis? – pregunté esta absurda pregunta por respeto-.
  •       
  •        Lo entiendo, Marta. No quiero molestar, solo quería mostrar repto y decirte que me tienes aquí para lo que sea.
  •    ¿Cómo hemos podido llegar a esto Daniel? – No había terminado de hablar y ya estaba llorando desconsoladamente.
  •      
  •      Hice todo lo que pude, aguanté lo inaguantable, por el recuerdo de una persona que ya había desaparecido hace años. ¿Cómo pudo cambiar tanto? – preguntó mientras se sentaba-.
  •    No es culpa tuya, ni de nadie. Todos hicimos lo que pudimos Marta, solo él fue el responsable de sus actos – di un ligero golpe en la mesa para atribuir énfasis a la situación.
  •     Gracias a Dios no vamos a tener problemas económicos, pero el daño emocional a los niños va a ser muy difícil de curar. ¡Y el mío también!
  •     Marta, eres una mujer muy fuerte, saldrás adelante, cuenta conmigo para todo -baje la cabeza mientras pasaba la mano por la mesa lentamente-. Nosotros no tenemos la culpa de estas adicciones enfermizas que sufría Sergio -lo dije mientras levantaba la cabeza y esbozaba una sonrisa con mucha tristeza.
  •     No le demos mas vueltas, Daniel. Lo hecho, hecho está y toca seguir adelante -frunció el ceño, me miró a los ojos y dijo- Lo que más me duele que esta gentuza que siempre estaba con él no haya venido ni si quiera al funeral.
  •      Bueno, sabes que la vida pone a toda persona en su sitio. El viernes me pasaré de nuevo y si necesitas cualquier cosa, avísame.

Me despedí de Marta y sus hijos y comencé a caminar dirección a mi apartamento. La vuelta se me hizo muy dura, no paraba de pensar en Sergio, nuestra amistad y todos aquellos momentos compartidos.

                                                                                                                                 

Tras el funeral esperé tres semanas para ir a ver a Matías, estuve demasiado afectado para presentarme antes en su casa. Solo diré que cuando lo visité ya no traficaba ni embaucaba a nadie. Siempre he odiado a la gente que va de lo que no es. No tienen personalidad. Pero esto es otra historia…


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