El
gigante asiático ha basado tradicionalmente su economía en la agricultura, pero
desde 1978, el Estado se ha transformado. En la actualidad, con una población
que ronda los 1.370 millones de habitantes, está a la vanguardia en el sector
tecnológico y financiero. Una expansión económica que solo se vio desacelerada
en la década de los noventa tras las sanciones de comunidad internacional por
el genocidio de Tiananmén de 1989. Según el Instituto Español de Comercio
Exterior (ICEX), el país asiático desde que forma parte de la Organización
Mundial del Comercio (OMC) en el año 2001 ha conseguido relajar las barreras
arancelarias, las cuotas a las importaciones y convencer a sectores cerrados a
la inversión en el país. Un crecimiento que persevera tras la pandemia de
Covid-19. El Producto Interno Bruto (PIB) de 2021 creció un 1,6% respecto al de
2018. Un año en que se registró un total del 6,7%. Durante la pandemia cayó al
2,2% registrado en 2020, pero este último año de 2021, el país se ha recuperado
considerablemente obteniendo un PIB anual del 8,1%.
Ahora,
la presión social está logrando que el gobierno levante las restricciones
impuestas durante la pandemia, lo que eleva las perspectivas de que el
crecimiento de China de cara al 2023 sea de un 5%, según Bloomberg. En
contraposición, a lo anunciado por Blomberg, José María Rodero, periodista
español residente en China, afirma que “la calidad de la sanidad varía
enormemente de la zona en la que se viva”. Los hospitales de Pekín, Sanghái o
Guangzhou se asemejan a los centros sanitarios de los países de occidente,
mientras que las provincias del interior ofrecen una cobertura indeficiente. Un
factor que hundiría de nuevo la economía si se produce una crisis sanitaria.
Cabe
mencionar que los enfermos pagan un enorme costo para los ciudadanos forasteros
en las ciudades. Para paliar la situación, el Estado chino busca ampliar la
cobertura sanitaria y reducir los costes para los pacientes. Una acción que,
según Bloomberg, ya ha iniciado negociaciones con grandes farmacéuticas como
Pfizer o Roche que estarían dispuestas a reducir los precios hasta un 70% con
tal de tener acceso al mercado chino.
La
población aún guarda cautela por la nueva oleada de contagios que podría llevar
a Xi Jinping a ejercer duras políticas de protección ciudadana. Con todo ello, los
analistas anticipan que el hecho de que China regresase a la normalidad sería
una buna noticia para la economía mundial. El gigante asiático permitirá que
PIB global esquive una recesión en 2023 y presente un crecimiento del 2,1% al
compensar la falta de vigor de EE. UU. y la UE.
Relaciones
en África
En
el año 2021, el gigante asiático conmemoró el sesenta y cinco aniversarios de
relaciones diplomáticas entre China y África. Una amistad que ha resistido
eficazmente con el tiempo. En este inicio de siglo, China es el país en
desarrollo más grande del mundo y África es el continente con más países en
vías de desarrollo. Un factor que implica cooperación y ayudada bilateral para
avanzar en el camino de independencia y desarrollo nacional.
Las
relaciones entre China y África tienen una larga historia. Los lazos
diplomáticos y de cooperación comenzaron en 1956 cuando Egipto se convirtió en
el primer país africano en relacionarse diplomáticamente con oriente. Tres años
más tarde se le uniría Guinea. Así, en 1959, China entraba en el área sahariana
y desde entonces su política de amistad con África no ha cesado en su
desarrollo. El triunfo de Mao Zedong cambió la visión de la población hacia un progreso
aún desconocido para la época. Los comunistas defendían la teoría de “los tres
mundos” donde Mao exponía que África y China pertenecían al tercer mundo y que
por lo tanto era fundamental cooperar para avanzar en los objetivos mutuos, garantizando
en gran medida la Cooperación Sur-Sur.
En
este nuevo milenio, el papel del gigante asiático ha cambiado y el poder no
reside únicamente en Estados Unidos o la Unión Europea, sino que, en el mundo
han aparecido otros protagonistas como los BRICS (Brasil, Rusia, China y
Sudáfrica). La economía mundial ha mantenido un crecimiento constante gracias
al desarrollo pacífico y a la mejora de las conexiones, aunque en la actualidad
se halla afectada por la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Aunque esta
polarización de poderes también tiene su lado oscuro. La independencia cada vez
es más fuerte y las materias primas son finitas, por ello suele prestarse
soluciones pacíficas que garanticen el abastecimiento a los Estados.
En
este contexto, China aplicó la estrategia Zouchuqu (Ir hacia afuera) con el
objetivo de promover la inversión extranjera que, a su vez, busca asegurarse
los recursos y materias primas que mantengan un desarrollo y modernización
eficaz. La creación del Foro para la Cooperación África-China (FOCAC) consiguió
institucionalizar las relaciones entre China y el continente africano. China
dice que su objetivo es dotar al pueblo africano de mejoras fomentando la
libertad del pueblo mediante su autosuficiencia.
Si
bien, en los últimos años, el comercio bilateral está creciendo exponencialmente.
La inversión ha logrado resultados inesperados. China ha establecido más de 800
empresas de diversos tipos en África, y sus proyectos de inversión abarcan 49
países africanos, vinculados al comercio, la producción y procesamiento, el
desarrollo de recursos, el transporte, las comunicaciones y la agricultura. Un
proyecto que se ha promovido de manera eficaz entre la población local y ha hecho
que los lazos económicos se vieran cada vez más estrechos.
China
está aplicando la política win-win por la que ofrece préstamos y facilidades a
los países africanos. Un hecho que, según el Banco Mundial los países de la
región africana son los que menos conocimientos tienen en temas de inversión.
Se estima que la prestación acumulada ronda los 911 millones de dólares y que
dichos países podrían verse envueltos en problemas para devolver la ayuda.
Unas
condiciones que pueden dirigir a algunas naciones africanas a pagar la deuda
entregando puertos navales estratégicos. Un hecho que ya ocurrió cuando Sri
Lanka atravesaba una crisis financiera por la construcción del puerto
Hambantota. China propuso como solución al problema, quedarse con el puerto.
Beijing rechazó una reestructuración de la deuda y, en diciembre de 2017, Sri
Lanka finalmente aceptó ceder la explotación de Hambantota a Beijing por 99
años para paliar los 1.12 mil millones de dólares de deuda.
En
África ya se plantea esta opción en países como Kenia. Un país poseedor de un
importante puerto que podría acabar en manos de China. A Beijing le interesa
conceder préstamos ventajosos para construir infraestructuras que permitan la
obtención de materia primas, el acceso y el transporte de estas que tanto
necesitan como el petróleo, madera o acero. De este modo, China está
construyendo una nueva Ruta de la Seda en la que África juega un papel fundamental.
Durante
la pandemia, el gigante asiático no ha dejado en invertir en el continente
africano. Según el informe Anual de Relaciones Económicas y Comerciales entre
China y África de 2021, las zonas de África han atraído a 623 empresas con una
inversión total de 735 mil millones de dólares a finales de 2020.
El
pasado 15 de noviembre de 2022, el presidente Xi Jinping propuso en la 17ª
cumbre de los líderes del G20 que China apoya a la Unión Africana para unirse
al G20. El presidente rotatorio de la Unión Africana y presidente de Senegal,
Macky Sall, expresó su agradecimiento por valiosa ayuda.
La
inversión directa de China ha alcanzado los 4 mil millones de dólares, en
particular está invierto en el sector servicios africano. Según el informe
Anual de Relaciones Económicas y Comerciales entre China y África de 2021, la
inversión en subsectores como la investigación científica y servicios de
tecnología, trasporte, almacenamiento y servicios postales se duplicó de manera
considerable en 2020.
Por
otro lado, la inversión en el sector privado en África no está distribuida
igualitariamente, ya que 12 países africanos representan el total de la
inversión en el continente, entre ellos se encuentran: Egipto, Sudáfrica,
Nigeria, Angola, República del Congo, Zambia, Ghana, Argelia y la República
Democrática del Congo quienes cobijan empresas como Huawei, Juangsu, StarTimes,
entre muchas otras.
No
obstante, un 25% de las inversiones en el tercer continente más grande del
planeta se dirigen al sector minero y extractivo. Los datos apuntan que las
empresas chinas centran sus intereses en los países africanos para ampliar sus
ventas, por ejemplo, el fabricante de teléfonos Transsion Holding tiene una
cuota del 48,2% del mercado de teléfonos inteligentes en África. Unos datos que
triplica las ganancias respecto a su competidor Samsung.
La
embajada de China en Eritrea anunció, el 31 de mayo de 2022, el inicio del
Proyecto de la mina de metal Asmarado. Para la explotación de una mina con multitud
de metales de zinc, cobre y otros metales que superan los 90 millones de
toneladas. El proyecto se llevará a cabo en cooperación con Ecuador.
El
futuro de la economía china
Cuando
el pasado 23 de octubre de 2022, Xi Jinping declaró su tercer mandato, llenando
el equipo de gobierno con personas leales a él, los inversionistas se
apresuraron a emitir opiniones, en su mayoría negativas. Las acciones chinas que
cotizan en Hong Kong y Nueva York cayeron y el yuan alcanzó su nivel más bajo
respecto al dolor en casi 15 años. Según datos de Regintiv, la moneda china se
negoció en su punto más débil desde 2010.
La
preferencia de Xi es la tecnocracia, los líderes chinos concentran su ambición
económica en la tecnología. Especialmente, en los semiconductores. Esos
pequeños chips que impulsan el mundo tecnológico haciendo funcionar coches,
móviles, material militar avanzado y los sistemas de misiles. Un complejo
trabajo que ningún país puede producir de manera individual.
Estados
Unidos y China están librando una guerra fría tecnología, en la que los
semiconductores son las armas. China ha invertido miles de millones de dólares
en la fabricación de chips en las últimas décadas, una estrategia que se ha
incrementado bajo el mandato de Xi Jinping. Según datos de ITjuzi, publicados
por Financial Times, la inversión de China en empresas de chips superó los
200.000 millones de yuanes (28.799 millones de dólares) entre 2020 y 2021.
Sin
embargo, debido a la globalización, los semiconductores no impulsan únicamente
la tecnología actual, sino que aporta facilidades a otras innovaciones que
están cambiando el mundo, como la computación cuántica y la inteligencia
artificial. En la actualidad, para fabricar un chip hay participación por parte
de distintos países. Alemania aporta productos químicos, Japón y los Países
Bajos máquinas, embalaje y pruebas en China y Malasia. La cadena de suministro
es global, por ello es necesaria la confianza y el libre comercio.
A
pesar de esto, hay algunas partes de la cadena de fabricación que son más
delicadas y lucrativas. Los chips más avanzados requieren de conocimientos muy
técnicos para su diseño y buen funcionamiento. La mayoría de estos chips son
diseñados por empresas estadounidenses y fabricados en Taiwán y Corea del Sur.
Según un informe de 2021 de Boston Consulting Group, Taiwán produce el 92% de
los semiconductores de 10 nanómetros e inferiores, mientras que Corea del Sur
fabrica el porte restante.
La
guerra de los chips entre China y Estados Unidos se agudiza exponencialmente. A
las denuncias presentadas por Pekín ante la Organización Mundial del Comercio
para intentar anular los aranceles impuestos por Washington, se suma una
importante cantidad de dinero que el Gobierno chino plantea invertir en los
semiconductores. China prepara un paquete de 136.000 millones de dólares para
la industria, según Reuters. El gobierno chino pretende avanzar en la
autosuficiencia en chips y contrarrestar las medidas de Estados Unidos.
El
gigante asiático pretende que la industria de chips del país incremente su
producción y la modernización las plantas industriales, las de ensamblaje y las
de investigación. Para ello, baraja destinar una financiación para dotar a las
empresas de equipos semiconductores nacionales. De modo que, las empresas
recibirían una subvención del 20% sobre el coste de las compras.
Este
plan de apoyo por parte de Pekín llega después de que el Departamento de
Comercio de Estados Unidos aprobara en octubre una normativa que limita el
acceso a centros de investigación chinos a los chips más avanzados de
inteligencia artificial norteamericanos. En agosto, el presidente Joe Biden
firmó una ley que prevé desinar 52.700 millones de dólares en subvenciones para
empresas de producción e investigación de semiconductores.
Las
compañías fabricadoras de chips chinos en Hong Kong se incrementaron
bruscamente en Bolsa, el martes 13 de diciembre de 2022, por ejemplo, la
empresa Semiconductor Manufacturing International Corp (SMIC) registró más de
un 4% en sus beneficios y Hua Hong Semiconductor elevo el valor de sus acciones
en un 12%.
Los
chips también juegan un papel esencial en la modernización del Ejército chino.
No todo el equipamiento militar requiere ser de última generación, pero el
Partido Comunista Chino pretende que lo sea. El informe de la National Security
Comminsion on Artificial Intelligence, de 2021, apuntó que, aunque, China esté
atrasada en el desarrollo de sus propios semiconductores, el impulso de Pekín
en esta materia debe de tomarse en serio.
Estados
Unidos no subestima a una china que en los años 60 y 70 era pobre. Los chinos
exaltan sus sobresalientes resultados, conocidos en el país como “Dos bombas,
un satélite”, como hazaña del desarrollo y capacidad del gigante asiático en
materia tecnológica.
El
presidente Xi Jinping trata de impregnar a su economía este esfuerzo de los
chips con la misma motivación. Perder la carrera de los semiconductores
significaría que China siempre estaría en una situación de dependencia de los
países mas poderosos de la cadena de suministros de chips, como Estados Unidos
y Taiwán. Un escenario que el presidente Xi no está dispuesto a tolerar.