jueves, 6 de marzo de 2025

Johnny cogió su fusil

 

Ficha técnica:

-       Título original: Johnny Got His Gun

-       Año: 1971

-       Director: Dalton Trumbo

-       Género: Drama, bélico, antibelicista

-       Duración: 111 minutos.

-       País: Estados Unidos

Hablar de Johnny cogió su fusil nunca es una elección arbitraria. La película de Dalton Trumbo es un hito del cine antibelicista, una obre que, a más de 50 años de su estreno, sigue interpelando a la conciencia humana sobre los horres de la guerra y los límites de la vida y la dignidad. Su revisión resulta especialmente pertinente en tiempos donde los conflictos armados siguen cobrándose víctimas y donde el debate sobre la eutanasia y la autodeterminación del cuerpo continúa vigente.

La película nos sumerge en la mente de Joe Bonham (Timothy Bottoms), un joven soldado que, tras ser gravemente herido en la Primera Guerra Mundial, queda atrapado en su propio cuerpo: sin brazos, sin piernas, sin rostro, incapaz de hablar o ver, pero plenamente consciente. A través de sus pensamientos y recuerdos, la historia nos conduce por un viaje angustiante donde la línea entre la vida y la muerte se vuelve difusa, y la guerra revela su rostro más despiadado y absurdo.

Trumbo, reconocido guionista y escritor, adapta su propia novela homónima con una dirección sobria pero impactante. La película alterna entre dos mundos: la cruda realidad en la que Joe yace inmóvil en un hospital militar y sus ensoñaciones y recuerdos, rodados en una evocadora paleta de colores. Mientras la realidad se muestra en un opresivo blanco y negro, las secuencias oníricas estallan en un sepia cálido y fantasmal, reflejando el contraste entre la crudeza de la situación y la evasiva esperanza de su mente.

El uso de la cámara es un elemento crucial: primeros planos extremos y encuadres cerrados transmiten la sensación de encierro de Joe, mientras que los planos subjetivos refuerzan la impotencia de un hombre reducido a un estado de prisión viviente. Trumbo utiliza la narrativa interna para sumergirnos en la angustia del protagonista, construyendo una experiencia cinematográfica profundamente sensorial.

Mas allá de la guerra, la película es un grito desesperado por la libertad y la dignidad humana. No solo denuncia la inutilidad de los conflictos armados y el sacrificio de los soldados en nombre de intereses políticos ajenos a ellos, sino que también abre un debate sobre la vida y la muerte: ¿es la existencia meramente biológica suficiente para considerar que alguien está vivo? Joe, reducido a un cuerpo inerte sin posibilidad de comunicación, se convierte en un símbolo de la deshumanización extrema provocada por la guerra.

El dilema de Joe también nos enfrenta a la discusión sobre la eutanasia. Pese a su deseo de morir con dignidad, su petición es ignorada por el sistema que lo mantiene vivo contra su voluntad. Su situación representa el extremo de la falta de autonomía sobre el propio cuerpo y plante preguntas aún vigentes en los debates éticos y legales actuales.

Jonnhy cogió su fusil es una película devastadora, tanto en su mensaje como en su ejecución. No es un film fácil de ver, pero es necesario. La combinación de su narrativa desgarradora, su innovador uso de la imagen y su profundo cuestionamiento filosófico la convierten en una obra maestra del cine antibelicista. Más allá de la denuncia contra la guerra es un llamado a la reflexión sobre la dignidad humana y el derecho a decidir sobre nuestra propia existencia. Trumbo no solo nos deja una película, sino un testimonio eterno del horror de la guerra y de la importancia de la libertad individual.


miércoles, 5 de marzo de 2025

The Boy II (2020)

 


Ficha técnica:

-       Título: Brahms: The Boy II

-       Año de estreno: 2020

-       Director: William Brent Bell

-       Género: Terror, suspenso

-       Duración: 86 minutos

-       País: Estados unidos

Decidí escribir esta crítica porque, tras haber visto la primera entrega The Boy (2016), tenía ciertas expectativas sobre esta secuela. Sin embargo, la película no logró estar a la altura de su predecesora, lo que me lleva a analizar sus fallos narrativos, técnicos y conceptuales.
La historia sigue a una familia que, tras un violento asalto, decide mudarse a una casa apartada para recuperarse de un trauma. Allí, el hijo de la pareja, Jude (Christopher Convery), encuentra a Brahms, el siniestro muñeco de porcelana. Desde este momento, comienzan a ocurrir eventos inquietantes.
Uno de los problemas principales de la narrativa es que desvirtúa por completo el giro de la película. The Boy destacó por jugar con las expectativas del espectador y entregar un giro sorprendente. Sin embargo, esta secuela decide abandonar ese concepto y transformar a Brahms en un muñeco sobrenatural, eliminando el elemento psicológico que hacía especial a la original.
El ritmo de la historia también resulta un problema. Los momentos de tensión se sientes forzados, y la trama avanza sin un verdadero desarrollo de los personajes. La película se apoya en tópicos predecibles del género de terror, como los jumpscares injustificados y los comportamientos ilógicos de los protagonistas.
Visualmente, la película no aporta nada nuevo. La dirección de William Brent Bell es funcional, pero carece de creatividad. La posición de cámara intenta generar tensión con planos cerrados y desenfocantes, pero no logra una atmósfera verdaderamente inquietante.
En comparación con la primera entrega, donde los encuadres ayudaban a generar incertidumbre sobre si el muñeco se movía o no, en esta secuela el recurso pierde fuerza porque desde el principio se nos indica que Brahms tiene un componente sobrenatural. Esto le resta impacto y suspenso a la historia.
Uso de los puntos más débiles de la película es la psicología de sus personajes. Liza (Katie Holmes), la madre de Jude, es presentada como una mujer traumatizada que intenta ayudar a su hijo a superar su miedo. Sin embargo, sus reacciones y decisiones a lo largo de la película son inconsistentes. Jude, por su parte, pasa de ser un niño vulnerable a un personaje casi inexpresivo, y su relación con Brahms no está lo suficientemente explorada para que el público se involucre emocionalmente.
El gran problema radica en que la película no profundiza en el trauma de la familia ni en los efectos psicológicos que Brahms genera en ellos. A diferencia de la primera entrega, donde la protagonista lidiaba con su pasado y aislamiento, aquí los conflictos son superficiales y apenas afectan el desarrollo de la historia.
Brahms: The Boy II es una secuela innecesaria que traiciona la esencia de su predecesora. La película opta por un enfoque sobrenatural que carece de originalidad y termina cayendo en los clichés más trillados del cine de terror. Su narrativa es floja, sus personajes poco desarrollados y su dirección carece de la creatividad necesaria para generar verdadero suspenso. En definitiva, The Boy fue una película mucho más efectiva en su propuesta, mientras que esta segunda parte se siente como una oportunidad desa

martes, 4 de marzo de 2025

El Nombre de la Rosa

 

Ficha técnica

Título original: Der Name der Rose

Año de estreno: 1986

Director: Jean-Jacques Annaud

Género: Thriller histórico, drama, misterio

Duración: 130 minutos

Nacionalidad: Alemania Occidental, Italia, Francia.

 

Pocas adaptaciones cinematográficas logran capturar la profundidad y la complejidad de una novela como El Nombre de la Rosa, la magistral obra de Umberto Eco. Sin embargo, Jean-Jacques Annaud nos ofrece una versión que, a pesar de sus licencias narrativas, logra transportar al espectador al oscuro y enigmático siglo XIV. Revisar esta película no solo es un ejercicio de cinefilia, sino también una oportunidad para reflexionar sobre la relación entre la religión, el conocimiento y el poder, temas que siguen vigentes hoy en día.

La película nos sitúa en el año 1327, es una abadía benedictina del norte de Italia, donde el monje franciscano Guillermo de Baskerville (Sean Connery) y su joven aprendiz Adso de Melk (Christian Slater) llegan para participar en un debate teológico entre franciscanos y enviados papales. Sin embargo, su estancia se ve perturbada por una serie de misteriosos asesinatos que desafían la lógica y despierta temor entre los monjes. Guillermo, con su aguda mente analítica y su escepticismo hacia la superstición, se embarca en una investigación que lo llevará a descubrir los secretos ocultos de la biblioteca del monasterio, un laberinto que encierra el conocimiento prohibido y la lucha entre fe y razón.

Annaud apuesta por una ambientación hiperrealista, donde la suciedad, el frio y la penumbra impregnan cada escena, sumergiendo al espectador en la crudeza de la Edad Media. La elección del monasterio como escenario no es casual: se rodó en varios castillos y monasterios europeos, con una atención meticulosa a la autenticidad arquitectónica. La iluminación natural y el uso de velas refuerzan la sensación de claustrofobia y misticismo, convirtiendo al monasterio en un personaje más en la historia.

La posición de la cámara juega un papel importante en la narrativa visual de la película. Annaud recurre a primeros planos intensos para capturar la expresividad de los monjes, muchos de ellos con rostros marcados por el fanatismo y el temor. Los travellings a través de los oscuros pasillos de la biblioteca y los contrapicados en los momentos de mayor tensión refuerzan la sensación de la laberinto y opresión. Además, el uso de la profundidad de campo nos permite observar los múltiples detalles de la escenografía sin perder de vista la acción principal.

La película nos ofrece un retrato desolador de la sociedad medieval: un mundo dominado por la miseria, la enfermedad y la superstición. La relación entre los monjes y los campesinos es de sumisión absoluta; el conocimiento se convierte en un privilegio exclusivo del clero, y cualquier intento de desafiar la ortodoxia es castigado con la hoguera. Esta visión de la Edad Media es coherente con la de Eco, quien nos muestra una sociedad atrapada entre la promesa de la salvación y el terror al castigo divino.

La película no solo es un thriller histórico, sino también una profunda reflexión sobre el poder y el dogmatismo. La dispuesta entre franciscanos y representantes del Papa refleja las tensiones políticas de la época: mientras los franciscanos abogan por una Iglesia pobre y austera, el Papado defiende el lujo y la autoridad absoluta. Este conflicto se ve reflejado en el personaje de Jorge de Burgos (Feodor Chalipin Jr.), un monje ciego cuya intolerancia hacia el conocimiento representa la rigidez del pensamiento medieval. Guillermo de Baskerville, en cambio, encarna la razón y el pensamiento crítico, convirtiéndose en una suerte de proto-investigador moderno.

El Nombre de la Rosa es mucho más que un thriller medieval, es una película que nos invita a cuestionar los mecanismos del poder, el papel de la religión y la importancia del conocimiento en una sociedad dominada por el miedo. Con una ambientación impecable, una dirección precisa y una interpretación magistral de Sean Connery, esta obra sigue siendo un referente del cine histórico. Una película que, como los libros prohibidos de la abadía, merece ser descubierta y redescubierta.


lunes, 3 de marzo de 2025

Spider-Man (2002). El renacer del superhéroe en la gran pantalla

 

Cuando Sam Raimi estrenó Spider-Man en 2002, el cine de superhéroes aún se tambaleaba entre el éxito y el fracaso. Sí, X-Men (2000) había demostrado que el género podía ser más que una caricatura, pero Spider-Man no solo consolidó la viabilidad de estas historias en Hollywood: la redefinió.

El guion de David Koeep toma el ADN del personaje creado por Stan Lee y Steve Ditko en 1962 y lo moderniza sin perder su esencia. La historia de Peter Parker (Tobey Maguire), un adolescente nerd que obtiene poderes tras ser mordido por una araña radiactiva, es el ejemplo perfecto de un viaje del héroe. La famosa frase “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, dicha por el Tío Ben (Cliff Robertson), no es solo un leitmotiv de la película, sino una declaración de principios que influiría en todas las películas de superhéroes posteriores.

Uno de los mayores aciertos del film es su enfoque en el sacrificio. Peter no solo enfrenta a un villano imponente, sino que lucha con la culpa, la soledad y la responsabilidad. La película no tiene prisa en transformarlo en Spider-Man, dedicando tiempo a su crecimiento emocional y mostrando las consecuencias de sus decisiones.

Sam Raimi, conocido hasta entonces por su trabajo en Evil Dead, imprime su sello en cada fotograma. La puesta en escena tiene el dinamismo de un cómic, con encuadres inclinados, planos secuencia vertiginosos y un manejo del color vibrante que resalta la estética de Nueva York.

Las escenas de acción siguen siendo memorables. La batalla final entre Spider-Man y el Duende Verde (Williem Dafoe) es brutal, física y sucia, lejos de los combates estilizados de superhéroes actuales. Raimi utiliza la cámara subjetiva para meternos en la piel de Spidey, y los movimientos de balanceo a través de la ciudad son innovadores para la época, logrados con una combinación pionera de CGI y efectos prácticos.

Spider-Man no solo cambió la industria del cine, sino que también tuvo un impacto en la cultura popular. Recaudó más de 820 millones de dólares en todo el mundo y se convirtió en la primera película en superar los 100 millones de dólares en su primer fin de semana en EE.UU., un hito que redefinió las estrategias de estreno en Hollywood.

Más allá de la taquilla, estableció el modelo del superhéroe vulnerable, emocional y humano, algo que más tarde Marvel Studios perfeccionaría con Iron Man y el MCU. Además, contribuyó a cambiar la percepción del cómic en la sociedad, alejándolo de su nicho geek y convirtiéndolo en un fenómeno global.

Datos curiosos.

1.    Leonardo DiCaprio y James Franco fueron considerados para el papel de Peter Parker

2.    Tobey Maguire hizo muchas acrobacias reales.

3.    El traje de Duende Verde fue originalmente más grotesco.

4.    La escena del beso invertido fue un reto, Maguire casi se ahoga por el agua que le entraba en la nariz mientras colgaba boca abajo.

5.    Stan Lee hizo uno de sus primeros cameos en una película de Marvel.

Hoy, casi 20 años después, Spider-Man sigue siendo un referente. No solo por lo que logró en taquilla, sino porque nos recordó que los héroes no son dioses inalcanzables, sino personas con dudas, miedos y, sobre todo, responsabilidad. Raimi no solo hizo una película de superhéroes; hizo un clásico del cine moderno.


domingo, 2 de marzo de 2025

Rocky (1976): La epopeya del perdedor con alma

 

Si alguna vez hubo una persona hecha de puro instinto de supervivencia y orgullo de clase obrera, ese es Rocky Balboa, el ex boxeador de poca monta que protagoniza la película homónima de 1976. Dirigida por John G. Aveldsen y escrita por su protagonista, Sylvester Stallone, esta cinta es un drama deportivo con una fuerte carga emocional, envuelto en la crudeza de una Filadelfia gris y golpeada por la vida. Ganadora del Óscar a la Mejor Película, su éxito no solo radica en el ring, sino en la humanidad con la que retrata a su personaje principal.

Escribo sobre Rocky porque, casi cincuenta años después de su estreno, la película sigue siendo un referente ineludible del cine de superación y deporte. Y porque, en tiempos donde el cine parece más preocupado por los efectos digitales y franquicias vacías, revisar una historia tan brutalmente honesta como esta es casi un acto de resistencia. Rocky no solo es una película sobre boxeo: es un testimonio de la lucha contra la mediocridad, del deseo de agarrarse a un atisbo de grandeza cuando el destino ya parece haberte sentenciado.

El argumento es simple: Rocky Balboa (Stallone) es un boxeador de tercera que sobrevive a base de peleas de barrio y cobranzas para un prestamista. Su vida parece destinada a la irrelevancia hasta que el campeón del mundo, Apollo Creed (Carl Weathers), le da una oportunidad inesperada: un combate por el título. Pero lo interesante aquí no es el combate en sí, sino lo que representa. Rocky no sueño con ganar; sueña con demostrar que puede aguantar en pie hasta el final, que puede ser alguien en un mundo que le ha dado la espalda. A su lado, la tímida y entrañable Adrian (Talia Shire) y el cascarrabias Mickey (Burgess Meredith) completan un cuadro de personajes tan reales que parecen sacados de cualquier barrio obrero de la época.

La película bebe de un realismo casi documental. Alvildsen filma con una estética sucia y despojada de artificios, logrando que cada plano huela a sudor y desesperanza. La Filadelfia de Rocky no es turística ni luminosa, es un lugar hostil donde los sueños se pudren y solo los locos insisten en perseguirlos. Destaca el uso de la cámara en mano en los entrenamientos, dotando de una fisicidad cruda a las escenas, y el icónico plano de Rocky subiendo las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia, que es una de las imágenes más potentes del cine de los setenta.

Stallone, contra todo pronóstico, da en el clavo con su interpretación. Su Rocky es torpe, rudo, pero con un corazón enorme. No es un héroe convencional, sino un hombre atrapado en sus propias limitaciones, con un dolor silencioso que se filtra en cada gesto. Su guion, sencillo, pero certero, evita los excesos sentimentales y se sostiene sobre la autoridad de los diálogos.

Rocky no inventó el cine de boxeo, pero lo redefinió. Es hija legítima de The Set Up (1949) y Fat City (1972), pero con un halo más esperanzador. El cine posterior ha explotado hasta la saciedad la historia del desvalido que desafía las probabilidades, pero pocas veces con la honestidad y crudeza de esta película.

No es perfecta, claro. Hay momentos donde la narrativa se alarga innecesariamente y algunas actuaciones secundarias caen en lo caricaturesco. Pero todo eso se disuelve cuando llega el combate final, filmado con una violencia coreografiada que, sin perder realismo, transmite una épica emocional que Hollywood ha intentado imitar desde entonces sin lograrlo del todo.

Casi medio siglo después, Rocky sigue golpeando fuerte. No porque nos hable de un boxeador, sino porque nos recuerda que, a veces, simplemente resistir es suficiente. Y eso, en un mundo que rara vez otorga segundas oportunidades, es más inspirador que cualquier victoria.

 


viernes, 28 de febrero de 2025

Crítica de cine: El Apartamento

 

Fuente: Filmin
Fuente: Filmin

Ficha técnica:

Título original: The Apartment

Año de estreno: 1960

Director: Billy Wilder

Género: Comedia, dramática, romance.

Duración: 125 minutos

Nacionalidad: Estados Unidos.

Han pasado más de seis décadas desde el estreno de El Apartamento, pero su historia y mensaje siguen tan vigentes como entonces. Este clásico de Billy Wilder es una de las mejores reflexiones sobre el amor, la soledad y la hipocresía social dentro del contexto de una sociedad estadounidense en plena transición hacia la modernidad. Su reciente restauración en alta definición nos permite redescubrir una joya del cine que, además de haber sido galardonada con el Oscar a la mejor película, sigue emocionando a nuevas generaciones.

C.C. Baxter (interpretado magistralmente por Jack Lemmon) es un modesto empleado de una gran compañía de seguros en Nueva York que sueño con ascender en la jerarquía empresarial. Para lograrlo cede su apartamento a sus jefes, quienes lo utilizan como refugio para sus encuentros amorosos extramatrimoniales. La situación se complica cuando se enamora de Fran Kubelik (Shirley MacLaine), una ascensorista de la empresa que, sin saberlo, mantiene una relación con uno de los superiores de Baxter. A través de un humor agridulce y una narrativa impecable, la película aborda la soledad de los individuos en una sociedad competitiva y la lucha entre el pragmatismo y los sentimientos genuinos.

Estados Unidos en los años 60 era un país en transformación. La década comenzaba con una fuerte moral conservadora que convivía con un creciente anhelo de libertad y cambios sociales. El Apartamento captura con gran habilidad la hipocresía de los valores tradicionales, donde el matrimonio era un símbolo de estabilidad, pero, en la práctica, la infidelidad estaba a la orden del día.

Desde un punto de vista técnico, la película representa un hito de la cinematografía de la época. Rodada en blanco y negro, una decisión estilística y práctica que refuerza el tono nostálgico y melancólico de la historia, el filme destaca por el uso de grandes escenarios y planos amplios que refuerzan la soledad del protagonista. Wilder y su equipo supieron sacar partido de la tecnología disponible, logrando una puesta en escena visualmente sofisticada pese a sus limitaciones. Destaca especialmente la utilización de la profundidad de campo y la iluminación expresionista, que subraya la alineación del personaje principal

Lo que convierte a El Apartamento en una obra inolvidable es su forma de retratar el amor. No es un romance idealizado, sino un retrato sincero de dos almas solitarias que encuentran refugio el uno con el otro. C.C. Baxter no es típico galán; es un hombre común, atrapado en la mediocridad de su vida cotidiana, que a través de sus sentimientos por Fran Kubelik encuentra el coraje para rebelarse contra un sistema que lo oprime. Por su parte, Fran es un personaje lleno de matices: fuerte pero vulnerable, atrapada en una relación tóxica de la que no sabe cómo salir.

El diálogo final, “Cierra la boca y reparte las cartas”, es una de las declaraciones de amor más sencillas y hermosas de la historia del cine, donde el amor no se muestra con grandilocuencia, sino en pequeños gestos de complicidad y comprensión mutua.

El Apartamento no solo es una de las mejores películas de Billy Wilder, sino también una de las más conmovedoras reflexiones sobre el amor y la dignidad personal. Con un guion impecable, interpretaciones memorables y una crítica sutil pero afilada a la sociedad de su tiempo, sigue siendo una película relevante y emocionante a día de hoy. Una obra maestra que demuestra que el amor verdadero no siempre viene de grandes gestos, sino de la capacidad de aceptar y valorar a la otra persona tal como es.


jueves, 27 de febrero de 2025

Críticas de cine

 

Indiana Jones y el templo de la perdición

Ficha técnica:

Título: Indiana Jones y el templo de la perdición

Año: 1984

Director Steven Spielberg

Género: Aventura, acción

Duración: 118 minutos

País: Estados Unidos

Premios:

Premio Oscar: Mejores Efectos Visuales. Nominada a Mejor música

Premios BAFTA: Mejores Efectos Visuales. 4 nominaciones

Saturn Awards: 7 nominaciones

Japan Academy Awards: Nominada a Mejor film de habla extranjera.

 

Esta película forma parte de una de las sagas de aventura más icónicas de la historia del cine. Con el paso del tiempo, ha generado debates sobre su tono más oscuro en comparación con En busca del arca perdida. Revisar este clásico permite analizar su impacto visual, narrativo y su posición dentro de la franquicia de Indiana Jones.

La historia nos sitúa en 1935, cuando el intrépido arqueólogo Indiana Jones (Harrison Ford) escapa de un club nocturno en Shanghái junto a su joven compañero Short Round (Jonathan Ke Quan) y la cantante Willie Scott (Kate Capshaw). Tras un accidente aéreo, terminan en un remoto poblado de la India, donde los aldeanos les piden ayuda para recuperar una piedra sagrada robada por una secta secreta, los Thuggee, liderados por el siniestro Mola Ram (Amrish Puri). A medida que Indiana se infiltra en el templo, descubre un culto sangriento que practica sacrificios humanos y esclaviza a niños para extraer más piedras mágicas.

La película mantiene la esencia de acción y aventura que caracteriza a la saga, pero su tono es considerablemente más sombrío, con secuencias que han quedado grabadas en la memoria del público, como el espeluznante ritual de sacrificio o la frenética persecución en vagonetas.

Steven Spielberg, quien ya había dirigido la primera entrega de la saga, optó por una historia con una atmósfera más oscura, influenciada por el cine Pulp y las películas de serie B de aventuras. El guion de Willard Huyck y Gloria Katz se aparta del clásico esquema de “búsqueda del tesoro” y apuesta por una narración más centrada en el horror y el peligro constante.

Uno de los aspectos más destacados de la película son sus efectos visuales, que le valieron un merecido Oscar. La utilización de miniaturas, animatrónicas y efectos prácticos sigue siendo impresionante a día de hoy. La escena de la persecución en las vagonetas es un hito en la historia del cine de acción, lograda con una combinación magistral de modelos a escala y rodaje en estudio.

En cuanto a las actuaciones, Harrison Ford sigue encarnando a la perfección al carismático arqueólogo, mientras que Jonathan Ke Quan aporta un contrapunto cómico y entrañable. Sin embargo, el personaje de Willie Scott ha sido criticado por su rol estereotipado y su constante actitud de “damisela en apuros”.

Indiana Jones y el templo de la perdición es una película visualmente impresionante y con secuencias de acción memorables, pero su tono oscuro y algunos elementos narrativos han generado controversia a lo largo de los años. Si bien no alcanza el equilibrio perfecto de En busca del arca perdida, sigue siendo una entrega vibrante dentro de la franquicia y una pieza clave en la evolución del cine de aventuras.

La Iglesia entre la fe y el poder

  “Vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme”, dijo Jesús. Pero basta con mirar al Vaticano para ver que algo no cuadra. Jesús...