lunes, 27 de mayo de 2024

La Venganza de los Inquisidores




Por Jesús Archivet


En un giro de los acontecimientos que parece sacado de las páginas más oscuras de la historia, el Gobierno de Israel ha lanzado una advertencia tan contundente como inquietante: "los tiempos de la Inquisición han terminado". Con esta frase, el ministro de Exteriores, Israel Katz, dejó claro que el Estado judío no se quedará de brazos cruzados ante la decisión de España, Noruega e Irlanda de reconocer el Estado de Palestina. La represalia no se ha hecho esperar: a partir del 1 de junio, el Consulado de España en Jerusalén tendrá prohibido prestar servicio a los palestinos.


La declaración de Katz no es solo una amenaza; es una afirmación de poder y una advertencia de que la paciencia de Israel tiene límites bien definidos. "Hoy en día, el pueblo judío tiene un Estado soberano e independiente, y nadie nos obligará a convertir nuestra religión ni amenazará nuestra existencia: aquellos que nos hacen daño, nosotros les haremos daño en respuesta", sentenció el ministro. Las palabras resonaron con fuerza, recordando un pasado de persecución y sufrimiento que el pueblo judío ha decidido no olvidar ni repetir.


Sin embargo, esta postura de ojo por ojo nos invita a reflexionar sobre el estado actual de la diplomacia y la política internacional. ¿Es esta la manera en que las naciones deben resolver sus diferencias en el siglo XXI? La dureza de las declaraciones de Katz contrasta con los ideales de diálogo y negociación que deberían guiar las relaciones entre Estados. Reconocer el Estado de Palestina es, para muchos, un paso hacia la justicia y la paz en una región marcada por el conflicto. Pero la respuesta de Israel nos devuelve a una lógica de represalias y castigos que no augura un futuro prometedor.


La referencia a la Inquisición es especialmente significativa. La Inquisición, ese oscuro capítulo de la historia española, simboliza la intolerancia y la persecución religiosa. Israel Katz, al invocar ese fantasma del pasado, está trazando un paralelismo entre la persecución sufrida por los judíos y las actuales tensiones políticas. Es una forma poderosa de decir: no somos los mismos que antes, ahora tenemos el poder y lo utilizaremos para protegernos.


El cierre del consulado español a los palestinos es una medida que afectará a miles de personas. Es un golpe a la diplomacia y a los esfuerzos por construir puentes entre comunidades y naciones. Esta decisión no solo es una respuesta a un acto simbólico, sino que tendrá consecuencias reales y tangibles para los palestinos que dependen de esos servicios. La política internacional, con su complejidad y sus juegos de poder, termina siempre por impactar en la vida de los más vulnerables.


La declaración de Katz y la respuesta de Israel a la decisión de España, Noruega e Irlanda abren un nuevo capítulo en el largo y doloroso conflicto de Oriente Medio. Nos enfrentamos a un momento en el que las palabras y las acciones de los líderes mundiales tienen un peso inmenso. La historia nos ha enseñado que la violencia engendra violencia, y que la verdadera fuerza reside en la capacidad de diálogo y entendimiento.


Como ciudadanos del mundo, debemos exigir a nuestros líderes que abandonen la retórica de la confrontación y abracen la del diálogo. El reconocimiento del Estado de Palestina es un paso hacia la paz, pero debe ir acompañado de un compromiso firme de todas las partes para resolver sus diferencias de manera pacífica. Solo así podremos evitar que los fantasmas del pasado, como la Inquisición, sigan persiguiendo nuestro presente y nuestro futuro.


En este contexto, la comunidad internacional tiene un papel crucial. No podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento y la injusticia. Debemos alzar la voz por aquellos que no pueden hacerlo y trabajar juntos para construir un mundo más justo y pacífico. La amenaza de "hacer daño a los que nos hacen daño" no debe ser la última palabra. La última palabra debe ser la de la paz, la justicia y la dignidad para todos.



El Tribunal del Odio

 


Jesús Archivet



En un escenario que debería de simbolizar la justicia y la democracia, el juzgado de lo Penal de la capital se convirtió ayer en un triste espectáculo de odio y violencia verbal. El exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, y la exministra de Igualdad, Irene Montero, llegaron a los juzgados para testificar en el juicio contra el hombre que durante siete meses acosó a su familia en su vivienda de Galapagar. Sin embargo, lo que encontraron al llegar fue un grupo de personas de extrema derecha que les recibieron con una retahíla de insultos y amenazas.


La crispación se palpaba en el aire. Al bajar del coche oficial, Iglesias y Monero fueron inmediatamente rodeados por individuos que, envalentonados por el anonimato y el tumulto, comenzaron a lanzar improperios: "miserables", "sinvergüenzas", "vende obreros", "asquerosos", "aprovechados". La lista de insultos es larga y triste, pero lo más preocupante fue el tono amenazante de algunas voces que llegaron a gritar: "a ti tengo ganas de encontrarte yo en la calle".


La derecha extrema, esa que se alimenta del miedo y resentimiento, ha encontrado en las redes sociales y en ciertos medios de comunicación su altavoz para su odio. Ayer, esas voces virtuales tomaron forma física a las puertas del juzgado, demostrando una vez más que el discurso de odio no es inocuo. Se materializa en personas dispuestas a gritar y amenazar, envalentonadas por la impunidad de la masa.


La libertad de expresión, ese baluarte de la democracia, no puede ser coartada para el linchamiento público. La violencia verbal es el preludio de la violencia física. Cuando el odio se normaliza, se legitima el siguiente paso: el acoso, la agresión, el asesinato. ¿Es esto lo que queremos para nuestra sociedad? ¿Una convivencia basada en el miedo y la intimidación?


La justicia debe ser ciega, pero no sorda. No puede ignorar el contexto en el que se desarrolla. Los jueces y fiscales que ayer asistieron al lamentable espectáculo de odio a las puertas de los juzgados tienen la responsabilidad de proteger no solo la legalidad, sino también a la dignidad de las personas. Pablo Iglesias e Irene Montero no solo son figuras políticas; son seres humanos que tienen derecho a vivir sin miedo, a ser juzgados en un ambiente de respete y justicia.


El acoso que sufrieron en su hogar de Galapagar y las amenazas que ayer recibieron son dos caras de la misma moneda: la intorelancia. Esa intolerancia que se disfraza de libertad de expresión, pero que en realidad no es más que una manifestación de la incapacidad para convivir en la diferencia.


Hoy más que nunca, es necesario que los demócratas levantemos la voz. Que defendamos el diálogo, la empatía y el respeto como pilares de nuestra convivencia. No podemos permitir que el odio y la intimidación se normalicen. Si lo hacemos, estaremos renunciando a nuestra humanidad, entregándonos a la barbarie.


El juicio contra el acosador de Galapagar no es solo un jucio contra un individuo; es una prueba de la capacidad de nuestra sociedad para defender los valores democráticos frente a la embestida del odio. Es una llamada a la responsabilidad de todos: jueces, políticos, medios de comunicación y ciudadanos. Solo juntos, podremos construir una sociedad en la que la justicia no sea un teatro de odio, sino un verdadero baluarte de la convivencia y la dignidad humana.


domingo, 26 de mayo de 2024

Fascismo y falangismo. Diferencias y convergencias

 


Por: Jesús Archivet



En el escenario político europeo del siglo XX, dos ideologías autoritarias se destacaron por su capacidad para movilizar masas y consolidar regímenes totalitarios: el fascismo italiano y el falangismo español. Aunque ambos movimientos comparten rasgos comunes y frecuentemente se les agrupa bajo el paraguas del autoritarismo de de derechas, existen diferencias significativas que merece la pena explorar.


El fascismo nació en Italia bajo el liderazgo de Benito Mussolini en 1919. Este movimiento se caracterizó por una ideología nacionalista extrema, el culto al líder, y la glorificación de la violencia y la guerra como medios para alcanzar la grandeza nacional. Mussolini aspiraba a la creación de un Estado totalitario que controlara todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos, desde la economía hasta la cultura, pasando por la educación y la propaganda.


El fascismo italiano se centró en la idea de una revolución permanente, donde el Estado era visto como un organismo en constante cambio y expansión. El concepto de corporativismo jugó un papel central, proponiendo la cooperación entre clases bajo la supervisión del Estado, eliminando así los conflictos de clase en favor de una unidad nacional.


Por otro lado, el falangismo español, encabezado por José Antonio Primo de Rivera, emergió en la década de 1930 como una reaccion a la inestabilidad política y social de la Segunda República Española. La Falange Española y de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista) compartía con el fascismo italiano la exaltación de la nación y el rechazo al liberalismo y al comunismo. Sin embargo, el falangismo incorporó elementos únicos de las historia y la cultura española.


La Falange promovía una síntesis de nacionalismo y sindicalismo, donde se combinaban la tradición católica y la idea de una comunidad orgánica basada en la familia, el municipio y los sindicatos verticales. A diferencia del corporativismo fascista, el falangismo enfatizaba la solidaridad entre españoles y un retorno a valores tradicionales, aunque también pretendía ser una fuerza revolucionaria que buscaba transformar la socidad española.


Ambos movimientos compartían un desprecio por la democracia liberal y el parlamentarismo, así como una oposición feroz al marxismo. Sin embargo, mientras que el fascismo italiano aspiraba a una modernización radical y expansiva, el falangismo español se inclinaba más hacia la preservación de elementos tradicionales y un enfásis en la identidad católica.


En términos de implementación, el régimen franquista en España, aunque incorporó elementos de la Falange, nunca adoptó plenamente la visión falangista de una revolución nacional-sindicalista. Francisco Franco, más pragmático, prefirió una mezcla de autoritarismo militar con influencias falangistas, conservadoras y clericales.


La comparación entre fascismo y falangismo revela la complejidad y diversidad dentro del espectro de autoritarismo de derechas en Europa. Mientras que ambos movimientos compartieron objetivos comunes de control total del Estado y rechazo a las ideología de izquierda, sus métodos y filosofías subyacentes presentaron diferencias significativas. Entender estas diferencias es crucial para comprender cómo cada ideología moldeó su respectivo país y cómo sus legados continuán influyendo en la política contemporánea.


Aunque el fascismo y el falangismo a menudo se confunden o se usan indistintamente en el discurso popular, una mirada más cercana revela diferencias profundas en sus orígenes, objetivos y métodos. Esta comprensión en esencial no solo para los historiadores, sino para todos aquellos interesados en las dinámicas del poder y la política en el siglo XX y más allá.

sábado, 25 de mayo de 2024

Irene Montero denuncia el doble rasero en el apoyo a Ucrania y el abandono de los pueblos saharaui y palestino

 

Por: Jesús Archivet.

 

En una jornada carga de reivindicaciones y compromiso, la cabeza de lista de Podemos para las elecciones europeos, Irene Montero, ha lanzado un contundente mensaje contra la Unión Europea. “La UE es hoy pura hipocresía”, afirmó Montero este sábado en el mitin central de la Fiesta de la Primavera de Podemos, celebrado en el barrio madrileño de Vallecas. Sus palabras resonaron con fuerza, especialmente en un contexto donde el cinismo de las políticas europeas se hace cada vez más evidente.

Montero denunció la incoherencia de una Unión Europea que no duda en enviar armas a Ucrania, mientras da la espalda a los pueblos saharaui y palestino, “dejándolos tirados” al apoyar a Marruecos y siendo cómplice del “Estado genocida de Israel”. Esta acusación no es nueva, pero cobra una especial relevancia en medio de una campaña electoral que se vislumbra decisiva para el futuro de Europa y sus relaciones internacionales.

La crítica de Montero pone en evidencia el doble rasero de la UE. Por un lado, se presenta como defensora de la paz y los derechos humanos, mientras que, por otro, perpetúa el sufrimiento de pueblos que llevan décadas luchando por su autodeterminación y justicia. El pueblo saharaui, abandonado a su suerte por la comunidad internacional, sigue sufriendo la ocupación marroquí, mientras que los palestinos enfrentan diariamente la opresión de un estado que no duda en utilizar la violencia para mantener su dominio.

La Fiesta de la Primavera de Podemos se ha convertido en un espacio de encuentro y reflexión, donde las voces críticas encuentran eco y apoyo. Este sábado, el evento contó con la participación de varias mujeres activistas por la paz, cuyas intervenciones subrayaron la necesidad de una política exterior europea coherente y justa. La presencia de Pablo Iglesias, ex secretario general de Podemos, en una mesa redonda sobre geopolítica, añadió un matiz de profundidad y experiencia a las discusiones.

Iglesias, conocido por su análisis agudo y crítico, aportó su visión sobre la situación geopolítica actual, destacando la urgencia de un cambio de rumbo en las políticas europeas. Sus palabras resonaron en una audiencia ávida de propuestas y soluciones concretas que pongan fin a las injusticias que sufren los pueblos saharaui y palestino.

Este acto, más allá de ser un evento de campaña, se erigió como un grito de denuncia conta la hipocresía de una Unión Europea que se llena la boca de discursos sobre democracia y derechos humanos, pero que en la práctica apoya regímenes que violan sistemáticamente estos principios. Irene Montero y Podemos llaman a una reflexión profunda y a una acción decida para construir una Europa verdaderamente solidaria y justa.

La campaña de las elecciones europeas del 9 de junio promete ser intensa, con Podemos alzando la bandera de la justicia y la coherencia en política exterior. Las palabras de Montero son un recordatorio de que, en un mundo lleno de complejidades y desafíos, es necesario mantener una postura firme y ética, denunciando las injusticias y trabajando incansablemente por un futuro mejor para todos los pueblos.


viernes, 24 de mayo de 2024

El polvorín del Estrecho de Taiwán

 

Por: Jesús Archivet

 

Las recientes declaraciones del presidente taiwanés, Lai Ching Te, han vuelto a encender las alarmas en el tablero geopolítico del Este Asiático. China ha respondido con contundencia, acusando a Lai de “jugar con fuego” y de “empujar a la isla a la guerra”. Estos términos no son meramente retóricos; son el reflejo de una tensión que podría tener implicaciones globales de gran envergadura.

La raíz del conflicto se encuentra en la política de “una sola China”, un principio que Beijing sostiene como innegociable. Según esta doctrina, Taiwán es una provincia rebelde que, tarde o temprano, debe ser reunificada con el continente. Cualquier insinuación de independencia por parte de los líderes taiwaneses es vista por el gobierno chino como una provocación directa y una amenaza a su soberanía nacional.

El presidente Lai Ching Te, con sus declaraciones, parece cuestionar este principio, lo que ha llevado a una respuesta furiosa de Beijing. Acusar a un líder de “jugar con fuego” es una advertencia clara de que las acciones taiwanesas están llevando la situación al borde del conflicto armado. Y en el lenguaje diplomático chino, estas palabras no son una exageración; son un aviso de que China está dispuesta a tomar medidas drásticas si considera que su integridad territorial está en juego.

La cuestión taiwanesa es una de las piezas clave en la geopolítica actual. El estrecho de Taiwán no es solo una frontera marítima; es una línea de división entre dos modelos de gobernanza, dos visiones del mundo y, en última instancia, dos potencias militares con capacidad de desatar un conflicto de proporciones incalculables. Estados Unidos, que ha mantenido un apoyo tácito a Taiwán bajo el Acta de Relaciones con Taiwán de 1979, observa con atención cada movimiento, sabiendo que cualquier escalada podría arrastrar a la primera potencia mundial a una confrontación directa con China.

El juego de poder en torno a Taiwán no es un mero asunto regional; tiene ramificaciones globales. En un mundo cada vez más multipolar, donde la influencia China se extiende a través de iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda, el control sobre Taiwán representa no solo una cuestión de prestigio, sino también una de dominio estratégico en el Pacífico.

La respuesta de China a las declaraciones de Lai Ching Te también debe entenderse en el contexto de su política interna. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, el Partido Comunista Chino ha adoptado una postura más asertiva en sus reclamaciones territoriales, desde el Mar de China Meridional hasta la frontera con India. El discurso de firmeza ante cualquier desafío a la soberanía nacional es una herramienta de consolidación interna y de proyección de poder hacia el exterior.

Para Taiwán, la situación es igualmente compleja. La isla ha logrado construir una democracia vibrante y una economía pujante, pero lo ha hecho bajo la sombra constante de una posible invasión. La estrategia de sus líderes ha sido buscar un equilibrio entre afirmar su autonomía y evitar provocar una respuesta militar de Beijing. Sin embargo, cada declaración y cada acto simbólico puede alterar este frágil equilibrio.

En este escenario, la comunidad internacional juega un papel crucial. Las potencias occidentales, particularmente Estados Unidos y sus aliados en la región, deben calibrar su apoyo a Taiwán de manera que se disuada a China de cualquier acción agresiva sin provocar una escalada innecesaria. Al mismo tiempo, deben trabajar para evitar que las tensiones en el estrecho de Taiwán se conviertan en el detonante de un conflicto más amplio que podría arrastrar a múltiples naciones a una guerra.

La acusación de China al presidente taiwanés de “jugar con fuego” es un recordatorio de que la paz en el estrecho de Taiwán es frágil y que cualquier chispa puede desencadenar una conflagración de consecuencias impredecibles. La diplomacia, la disuasión y el diálogo deben ser las herramientas para evitar que esta región estratégica se convierta en el epicentro de la próxima gran crisis geopolítica.


jueves, 23 de mayo de 2024

La retórica peligrosa de Isabel Díaz Ayuso

 



 

Por: Jesús Archivet Maroto

 

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha vuelto a demostrar su afición por la demagogia incendiaria con sus recientes declaraciones en la Asamblea de Madrid. Al compara la situación del conflicto israelí-palestino con la lucha contra ETA en España, Ayuso no solo ha mostrado una profunda ignorancia histórica, sino que también ha evidenciado una temeridad irresponsable que debería ser motivo de preocupación para todos los demócratas.

Díaz Ayuso afirmó que “pretenden que las democracias hagan con Hamás lo mismo que con ETA: tú mata, que yo te daré una comunidad autónoma; tú mata, que yo te daré un Estado”. Esta declaración, emitida un día después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciará que España reconocerá la próxima semana a Palestina como Estado, no solo es falaz y simplista, sino que también es un ejemplo perfecto de cómo ciertos políticos están dispuestos a utilizar el dolor de las víctimas del terrorismo para sus propios fines partidistas.

Primero, es fundamental aclarar que comparar a ETA con Hamás es un error categórico. ETA fue una organización terrorista que surgió en un contexto específico de la dictadura franquista y la posterior transición a la democracia en España. Su lucha, aunque injustificable y condenable, estaba enraizada en un conflicto nacionalista interno. Hamás, por otro lado, es una organización que opera en un contexto de ocupación y conflicto internacional, con una dinámica y unas implicaciones geopolíticas completamente diferentes. Equiparar ambas situaciones no solo demuestra una falta de compresión histórica, sino que también trivializa los sufrimientos de ambos pueblos.

Segundo, la estrategia de utilizar el miedo y el odio como herramientas políticas es una táctica que hemos visto demasiadas veces en la historia, y que siempre acaba mal. Ayuso está jugando con fuego al sugerir que la política de reconocimiento de Palestina es equiparable a un apoyo al terrorismo. Este tipo de retórica solo sirve para polarizar aún más a la sociedad, fomentar el odio y desviar la atención de los problemas reales que enfrenta la Comunidad de Madrid.

El PSOE de Madrid ha solicitado a la dirección nacional del partido que presente una denuncia contra Ayuso por estas declaraciones. Esta solicitud no solo es justa, sino también necesaria. Las palabras de Ayuso no pueden quedar impunes, ya que sientan un precedente peligroso para el debate político en España. Si permitimos que los líderes políticos utilicen el dolor de las víctimas del terrorismo para atacar a sus adversarios, estamos contribuyendo a la degradación de nuestra democracia.

En lugar de utilizar el terrorismo como arma arrojadiza, los líderes políticos deberían centrarse en promover el diálogo, la paz y la justicia. El reconocimiento de Palestina por parte de España es un paso valiente hacia la solución de un conflicto que lleva demasiadas décadas cobrándose vidas inocentes. Es un gesto que busca justicia y reconocimiento para un pueblo que ha sufrido demasiado.

Isabel Díaz Ayuso debería reflexionar sobre sus palabras y considerar el daño que pueden causar. La política debe ser una herramienta para mejorar la vida de las personas, no para sembrar el odio y la división. Es hora de que todos los partidos políticos se comprometan a un debate más respetuoso y constructivo, en el que el bienestar de la ciudadanía esté por encima de los intereses partidistas.

Como sociedad, debemos rechazar la demagogia y la manipulación del dolor ajeno. Solo así podremos construir un futuro más justo y pacífico para todos.

Una radiografía del barómetro del CIS

 

Por: Jesús Archivet

 

El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) nos ofrece una fotografía reveladora del escenario político español de cara a las próximas elecciones europeas. Según el sondeo, el PSOE se perfila como el gran vencedor, aventajando al Partido Popular (PP) por cinco puntos. Esta diferencia se traduciría en una representación de entre 21 y 24 eurodiputados para los socialistas, frente a los 18-20 que obtendría el PP.

 

Este pronóstico no es sorprendente si consideramos el contexto político actual. El liderazgo de Pedro Sánchez, con su apuesta por un progresismo firme y su capacidad para posicionarse en la arena internacional, ha sabido capitalizar las inquietudes de un electorado que busca estabilidad y respuestas contundentes ante los retos globales y nacionales. La reciente decisión de reconocer el Estado de Palestina, por ejemplo, es un claro reflejo de un gobierno que no teme tomar posiciones valientes en el ámbito internacional, a pesar de las críticas internas y externas.

 

Por otro lado, la encuesta muestra un panorama complejo y fragmentado en la derecha española. Vox, con su discurso agresivo y su capacidad para movilizar a un sector desencantado del electorado, logra superar a Sumar, lo cual evidencia un movimiento en el tablero político que merece atención. Este ascenso de Vox indica un electorado de derechas que sigue en busca de alternativas más radicales, insatisfecho con un PP que, a pesar de sus esfuerzos por reposicionarse, no logra captar la totalidad del voto conservador.

 

La presencia de Podemos, Ciudadanos y el partido del ultraderechista Alvise Pérez en la futura Eurocámara refleja una Europa cada vez más diversa y polarizada. Podemos, aunque debilitado, mantiene una base de apoyo significativa que le permite seguir presente en el Parlamento Europeo. Esto es indicativo de un espacio político que, a pesar de las adversidades y la fragmentación interna, sigue defendiendo una agenda progresista y de justicia social.

 

Ciudadanos, por su parte, a pesar de los vaivenes y la pérdida de relevancia en el ámbito nacional, parece tener aún un nicho de apoyo que le garantiza representación. Este dato subraya la persistencia de un electorado de centroderecha que busca una alternativa al PP y Vox, y que valora un discurso liberal y europeísta.

En el caso del partido de Alvise Pérez es quizás uno de los más preocupantes. Su entrada en la Eurocámara señala una radicalización de un sector del electorado, que encuentra en discursos ultraderechistas y populistas una respuesta a sus miedos y frustraciones. Esta tendencia no es exclusiva de España, sino que forma parte de un fenómeno más amplio en Europa, donde los partidos de extrema derecha ganan terreno alimentando el miedo al otro y la nostalgia por un pasado idealizado.

 

El barómetro del CIS nos presenta una Europa en el que el PSOE se consolida como la fuerza dominante en España, pero también un continente donde la fragmentación y la polarización están a la orden del día. La victoria de los socialistas es un indicio de que las políticas progresistas y europeístas aún tienen un fuerte respaldo, pero el ascenso de Vox y la presencia de partidos ultraderechistas son señales de alerta que no debemos ignorar.

 

La tarea ahora es doble: consolidar los avances progresistas y trabajar incansablemente para evitar que los discursos del odio y la división se normalicen. Las elecciones europeas de 2024 serán un momento crucial para definir el rumbo de España y de Europa, y es responsabilidad de todos los actores políticos estar a la altura de este desafío.

 


La Iglesia entre la fe y el poder

  “Vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme”, dijo Jesús. Pero basta con mirar al Vaticano para ver que algo no cuadra. Jesús...