Vida
Nocturna

Era
un sábado a las 02:00 de la mañana, acabamos de entrar al pub al que siempre íbamos
Sergio y yo. Como siempre, la atmósfera del antro estaba bien cargada, en el
reservado imperaba la ley de la selva. Las personas se comportaban como en una
especie de anarquía, en dónde aquel que tenía dinero podía hacer lo que quisiese.
Además, las propinas a los trabajadores eran muy frecuentes, en caso contrario podían
echarte a la calle en cuanto hicieras algo que no les gustase, y en el caso de
Sergio el riesgo era constante.
A
nosotros nos iba bien en la vida, él trabajaba en un banco muy importante en
España y tenía dinero para derrochar en estupideces. Por otro lado, yo soy un
empleado en una fábrica de coches. Siempre había disfrutado de este tipo de
vida, pero según el tiempo continua te das cuenta de que las cosas cambian. O avanzas
o te quedas estancado. Esta última opción es el caso de mi amigo Sergio.
- Recárgame
la copa guapa -dijo Sergio agitando la mano. Estaba en un estado de embriaguez sustancial.
- Sergio,
vas muy ciego, no seas grosero con la camarera, por favor – le tiré por detrás
de la camiseta para que no se levantara.
- ¡Suéltame,
joder! ¿Crees que eres mi madre? A ella le gusta que le hable así. – Enfadado
sacó la tarjeta de crédito y pagó todo lo que habíamos tomado. Y por supuesto,
a la camarera no le gustaba que le hablara así.
En el local nada barato en el que estábamos,
Sergio se dejó 700€ entre copas y farlopa. Yo no entendía como su mujer no le
decía nada, pues este tipo de salidas tenía una periodicidad semanal, aunque yo
solo le acompañaba de vez en cuando. En mi caso tenía dinero, pero no tanto
para despilfarrarlo sin que se notara.- Daniel, si te llama mi mujer y te
pregunta, he estado toda la noche contigo, ¿vale? – No se le entendía nada al
hablar, sólo farfullaba. Llevaba la ropa hecha un estropicio, llena de manchas
de alcohol. Era la misma que había llevado al trabajo ese día.
- Sergio, ¿por qué no te vas con ella?
Estas fatal, ve con tu familia tío.
- ¿Qué dices? No me voy a ir, ahora viene
lo mejor de la noche. Me voy con alguna chica. Quiero disfrutar un poco de la
vida, que eres un amargado. A veces hay que pensar en uno mismo y darse un capricho.
- Vete a casa, de verdad, te has pasado con
la droga y el alcohol. Descansa y ya saldrás otro fin de semana. -le dije serio
y tajante.
- ¡Anda ya!, eres un matao, voy al baño
ahora vengo. -dijo de manera poco entendible y mientras le caía el sudor como
un cosaco. El consumo, en este tipo de noches, era muy excesivo.
En mi caso, no podía más, estuve durante
15 años de mi vida siguiendo este estilo de vida, me casé y tuve un hijo. Mejoré
mi situación, me di cuenta de que no podía seguir llevando este tipo de vida
desenfrenada. ¡Parece ayer cuando mi vida estaba así de oscura, Dios…!
En ocasiones esporádicas, como aquella
noche, lo acompañaba un rato por los viejos tiempos y la amistad, pero no me
drogaba y, por supuesto, le era fiel a mi mujer. Yo no sé como Sergio podía
traicionar de aquella manera a su familia. Tenía dos hijos encantadores con Marta,
a los que le iba a buscar la ruina.
En la vida puedes equivocarte, no hay
duda de ello, pero de estos errores hay que aprender y corregir el camino. Sergio
siempre fue un hombre que destacaba tanto física como académicamente: Complexión
fuerte, alto, rubio y licenciado en Economía. Su trabajo como director de la
sucursal le propinaba mucho dinero para sus vicios. Sergio, el cual tenía a
fecha de aquella noche 34 años ya no parecía el que fue cuando éramos unos
chavales. La vida que llevaba le había pasado factura. Se metió en un mundo muy
oscuro y se quedó atrapado en él, y para más inri, tampoco quería salir de
aquella ilusión. Debería de haber ido a algún centro de ayuda para que lo
trataran especialistas.
Dónde más se le notaba su deterioro
físico, aparte de la perdida de musculatura, era en su boca: donde hubo dientes
blancos y perfectos ahora quedaban unos dientes amarillos y picados. Los vicios
de la noche pasan factura a todas las personas.
Salió del baño con la mandíbula ladeada
hacia la derecha, hacía aspavientos y se rasco la nariz con la manga de la
camisa.
- Daniel, si te llama mi mujer, le dices
que he estado contigo.
- - Ya me lo has dicho hace un momento. Ya
no te acuerdas ni de lo que dices, vete a casa tío. – Me daba pena verle así, repiento
aquellos errores de la juventud.
- ¡Dios! ¡Que pesado eres tío! Déjame disfrutar
de la vida, que solo se vive una vez. ¿Has pensado alguna vez en ti y dejar en
otro plano a los demás?
- ¿Ves cómo eres, Sergio? Eres un
individualista y un egoísta. Hay más personas a tu alrededor a la que haces
daño con tu actitud -le dije subiendo el tono de mi voz. Me estaban dando ganas
de golpearle.
- ¡Que te den, Daniel! Déjame en paz.
Tengo 34 años, no 6, hago lo que me da la gana. -Mirándome fijamente, se dio la
vuelta y se marcho del pub en el que estábamos.
En el aparcamiento, tenía aparcado su BMW.
Un coche deportivo descapotable de color azul. Se montó en él, sin observar su
estado de embriaguez, pisó el acelerador y salió hacia donde quiera que fuera.
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Horas después, por la mañana, me enteré de
toda la historia. Del pub se fue a una fiesta privada en el chalet de su amigo
Matías. Un tipo que se las daba de Pablo Escobar pero que en realidad solo era
un ricachón. Aparentaba ser lo que no era, fardaba de mover grandes cantidades
de droga, cuando en realidad sólo vendía a sus amigos más cercanos. Sergio era
un cliente fiel.
Dejó su BMW en el aparcamiento del
chalet, y entró en la casa. Como siempre, allí había caviar, champagne, canapés,
vino, drogas y putas. A Sergio siempre le gustaba figurar una persona
ilustrada, aunque en realidad no tenía idea de muchas cosas de la que decía ser
un experto. Le encantaba la vida de esos despojos sociales que solo podían
mantener el nivel económico gracias al sufrimiento humano de otras personas.
Unos completos parásitos.
La fiesta tenía todo lo que le gustaba a
Sergio, estaba emocionado. Siguió bebiendo y consumiendo rayas hasta que una
chica le llamó para subir a la planta superior del edificio. Terminado ese rato
con la chica, bajó para estar con su amigo el traficante.
- Menuda noche eh, Matías. Tu sí que sabes
montártelas.
- Nunca me gusta defraudar a mis
invitados. Hay que tener clase. Pero una cosa te digo, me debes 800 euros si
mal no recuerdo amigo.
- Sí, lo sé. ¿Puedo pagarte con tarjeta?
- ¿Tu eres tonto o que te pasa? ¿Cómo me
vas a pagar 800 euros en coca con tarjeta, pedazo de subnormal? – Matías,
comenzó a hacer amagos con las manos y a poner cara de agresividad para dar más
énfasis a su ridículo papel de traficante. Llego yo a estar delante y le hubiera
partido la cara-. Ve ahora mismo a un cajero y sacas el dinero, sino quieres
ser testigo de las represalias.
- Pero a estas horas…
- Zas -guantazo con manos abierta en la
cara- ¡Ahora!
Todo el mundo se acercó al sofá donde
estaban sentados por la reacción absurda de Matías. Un tipo de estatura baja y gordito.
Sergio se levantó con un carrillo de la cara inflamado y se dirigió a la
puerta, se montó en el coche y fue en busca de un cajero. -En otra época,
Sergio hubiera matado a aquel tipo-.
Tras haber consumido tanto alcohol y drogas,
Sergio no estaba en condiciones para conducir. En una curva, a velocidad de 120
km/h por población, su coche salió de la calzada y termino empotrado contra el
escaparate de una tienda. A esa velocidad no hubo posibilidad de salvación.
Murió antes de que llegaran los servicios de emergencias.
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En el día de su entierro, me paré en
frente de su puerta, meditando todo lo que había pasado entre nosotros desde que
nos conocimos con 5 años. Muchos recuerdos venían a mi cabeza…
Muchas personas piensan que la vida es
como en las películas, es decir, que todo acaba con un final feliz, pero en la
mayoría de las ocasiones no es así. Si no eres autocritico contigo mismo, no
tienes responsabilidad y no actuar de forma debida ante las dificultades de la
vida, acabas muy mal.
Fui su amigo siempre, no era mala gente,
pero hizo mucho daño a las personas de su alrededor, aquellos que le quisimos
de verdad.
Sacudí la cabeza para evadir aquellos
pensamientos, me armé de valor y llamé a la puerta. Me abrió Marta, su mujer.
- Hola Daniel, pasa. – Su rostro denotaba
mucho dolor y sufrimiento, tenía la cara congestionada por haber llorado
durante horas.
- ¿Qué tal estáis? – pregunté esta absurda
pregunta por respeto-.
- …
- Lo entiendo, Marta. No quiero molestar,
solo quería mostrar repto y decirte que me tienes aquí para lo que sea.
- ¿Cómo hemos podido llegar a esto Daniel?
– No había terminado de hablar y ya estaba llorando desconsoladamente.
- …
- Hice todo lo que pude, aguanté lo inaguantable,
por el recuerdo de una persona que ya había desaparecido hace años. ¿Cómo pudo cambiar
tanto? – preguntó mientras se sentaba-.
- No es culpa tuya, ni de nadie. Todos
hicimos lo que pudimos Marta, solo él fue el responsable de sus actos – di un ligero
golpe en la mesa para atribuir énfasis a la situación.
- Gracias a Dios no vamos a tener
problemas económicos, pero el daño emocional a los niños va a ser muy difícil de
curar. ¡Y el mío también!
- Marta, eres una mujer muy fuerte,
saldrás adelante, cuenta conmigo para todo -baje la cabeza mientras pasaba la
mano por la mesa lentamente-. Nosotros no tenemos la culpa de estas adicciones enfermizas
que sufría Sergio -lo dije mientras levantaba la cabeza y esbozaba una sonrisa
con mucha tristeza.
- No le demos mas vueltas, Daniel. Lo
hecho, hecho está y toca seguir adelante -frunció el ceño, me miró a los ojos y
dijo- Lo que más me duele que esta gentuza que siempre estaba con él no haya venido
ni si quiera al funeral.
- Bueno, sabes que la vida pone a toda
persona en su sitio. El viernes me pasaré de nuevo y si necesitas cualquier
cosa, avísame.
Me despedí de Marta y sus hijos y
comencé a caminar dirección a mi apartamento. La vuelta se me hizo muy dura, no
paraba de pensar en Sergio, nuestra amistad y todos aquellos momentos
compartidos.
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Tras el funeral esperé tres semanas para
ir a ver a Matías, estuve demasiado afectado para presentarme antes en su casa.
Solo diré que cuando lo visité ya no traficaba ni embaucaba a nadie. Siempre he
odiado a la gente que va de lo que no es. No tienen personalidad. Pero esto es
otra historia…