jueves, 18 de septiembre de 2025

Idealismo alemán


 Últimamente estoy leyendo mucha filosofía, porque me apasiona. En especial, estoy leyendo filosofía germánica. Y hay algo en esos textos, en esas páginas densas y aparentemente lejanas, que me transportan a un tiempo donde las ideas eran verdaderos terremotos culturales. El Idealismo alemán surge en un momento convulso. Un mosaico de reinos y principados en plena efervescencia histórica, sacudido por la Revolución Francesa, por la aparición de la ciencia moderna y por el ansia de comprender al ser humano en su totalidad. No era solo filosofía, era una auténtica revolución del pensamiento. Kant abre el camino con su crítica, con esa precisión quirúrgica que disecciona los límites de la razón. Nos enseña que el mundo que creemos ver no es simplemente un reflejo de lo que está ahí fuera, sino el resultado de una estructura mental que ordena y filtra la realidad. A partir de ahí, nada volvió a ser lo mismo.

Después llega Hegel, con su torrente desbordado de palabras y conceptos. En él, la historia entera se convierte en un proceso dinámico, una dialéctica en la que cada paso, incluso el más trágico, es parte de un movimiento hacia una forma superior de libertad y conciencia. La historia como un organismo vivo, como un espíritu que se desarrolla a través de nosotros. Y en paralelo, Schelling, que mira hacia la naturaleza y la descubre no como un objeto muerto, sino como un ente creador, una fuerza viva en la que late el mismo impulso del espíritu. En su mirada, los bosques, los ríos, las montañas y el hombre forman una unidad sagrada.

Al leerlos siento que no estoy ante tratados polvorientos, sino ante visiones que iluminan. Ellos no solo reflexionaban, sino que, exploraban los confines de la mente, abrían puertas hacia dimensiones ocultas de la realidad. El Idealismo alemán es, en el fondo, una invitación a reconocernos como participantes activos en la creación del mundo. No somos meros espectadores, somo arquitectos de la realidad que habitamos.

Y es ahí donde todo cobra un sentido fascinante. La filosofía se convierte en un mapa, en una guía que nos recuerda que la mente humana no es solo un espejo pasivo, sino una fuerza generadora, capaz de transformar la historia, la naturaleza y el destino mismo de nuestra especie.

Jesús Archivet Maroto

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