sábado, 8 de marzo de 2025

Parque Jurásico (1993)



 

Parque Jurásico (1993) es una película que marcó un antes y un después en el cine de cien ficción y aventuras. Dirigida por Steven Spielberg y basada en la novela de Michael Crichton, este filme combina innovadora efectos especiales con una historia emocionante y personajes memorables. Pero, ¿realmente resiste el paso del tiempo o es solo un producto de su época?

Spielberg, un maestro del cine de entretenimiento, logra una dirección impecable en Parque Jurásico. Su manera de generar tensión y suspense es digna de estudio. Un claro ejemplo es la icónica escena en la que el vaso de agua tiembla con la llegada del T-Rex: un simple detalle visual que anticipa el peligro de manera magistral. La narrativa es fluida, con un ritmo que equilibra la exposición científica con la acción y la supervivencia. Comparada con Tiburón (1975), también de Spielberg, esta película comparte la filosofía de “menos es más”, revelando las criaturas gradualmente para aumentar la intriga.

El guion, escrito por David Koepp, simplifica algunos conceptos de la novela original para hacerlos asequibles a un público más amplio. La historia gira en torno a un grupo de expertos invitados a un parque temático de dinosaurios clonados, que pronto se convierte en un caos cuando la tecnología falla y los depredadores escapan. Si bien la premisa es fascinante, algunos personajes quedan algo unidimensionales. Por ejemplo, el Dr. Alan Grant (Sam Neill) y la Dra. Ellie Sattler (Laura Dern) cumplen bien su rol, pero no evolucionan demasiado a lo largo de la historia. En contraste, el carismático Ian Malcolm (Jeff Goldblum) se roba la escena con su humor sarcástico y sus críticas al “jugar a ser Dios).

El elenco realiza interpretaciones adecuadas para sus roles, aunque sin grandes matices emocionales. Sam Neil y Laura Dern cumplen con solvencia, pero es Jeff Goldblum quien deja una marca imborrable con su actitud relajada y su particular forma de hablar. Richard Attenborough, como John Hammond, transmite tanto la visión idílica del parque como su ingenuidad ante los riegos. Los niños, interpretados por Joseph Mazzello y Ariana Richards, aportan el elemento de inocencia y vulnerabilidad necesario para conectar con el espectador.

Uno de los mayores logros de Parque Jurásico es su revelación en los efectos especiales. Con un presupuesto aproximadamente de 63 millones de dólares, Spielberg combinó animatrónicas de Stan Winston con CGI de Industrial Light and Magic para crear dinosaurios realistas. A día de hoy, muchos de estos efectos siguen siendo impresionantes, en especial el T-Rex y los velociraptores. La cinematografía de Dean Cundey resalta la majestuosidad de los dinosaurios y mantiene el suspenso con encuadres cerrados y movimientos de cámara calculados. La escena en la cocina con los raptores es un ejemplo perfecto de tensión visual.

La música de John Williams es otro punto fuerte. Su tema principal, una mezcla de asombro y aventura, se ha convertido en uno de los más icónicos del cine. La forma en que la música enfatiza los momentos de peligro y maravilla demuestra el talento de Williams para potenciar la narrativa a través del sonido.

El vestuario es funcional y creíble, sin demasiados artificios. Los diseños del parque, inspirados en zoológicos reales, ayudan a que la idea de un “safari prehistórico” parezca verosímil. El uso de colores terrosos y naturales refuerza la sensación de estar en un entorno salvaje.

Parque Jurásico no solo redefinió los efectos especiales en el cine, sino que también consolidó el género de aventuras con ciencia ficción. Influyó en películas posteriores como King Kong (2005) y Avatar (2009), y generó secuelas y un reinicio con Jurassic World (2015). Sin embargo, ninguna ha logrado capturar la magia del original.

A día de hoy, Parque Jurásico sigue siendo una película imprescindible. Aunque algunos personajes podrían haber sido mejor desarrollados, su dirección magistral, innovación técnica y capacidad para asombrar la convierten en un clásico indiscutible. Para quienes disfruten del cine de aventuras con un toque de ciencia ficción, sigue siendo una experiencia cinematográfica emocionante y envolvente.


Érase una vez… en Hollywood

 

Once Upon a Time… in Hollywood (2019) es una película dirigida por Quentin Tarantino, encuadrada en el género de drama y comedia negra. Con una duración de 161 minutos, esta producción estadounidense cuenta con un reparto de lujo encabezado por Leonardo DiCaprio, Brad Pitt y Margot Robbie. La cinta nos transporta a finales de los años 60 en Los Ángeles, en plena transformación de la industria cinematográfica y con la sombra de los crímenes de la Familia Manson en el horizonte.

Decidimos analizar esta película porque representa un punto culminante en la carrera de Tarantino, no solo por su homenaje al Hollywood de los años 60, sino porque muestra una evolución en su narrativa y puesta en escena. Además, su tratamiento de hechos históricos y el particular desenlace generaron una fuerte discusión entre críticos y público.

La historia sigue a Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), una ex estrella de la televisión que lucha por mantener su relevancia en una industria cambiante, y a Cliff Booth (Brad Pitt), su doble de acción y fiel amigo. A medida que Dalton se enfrenta a su declive profesional, Booth deambula por Los Ángeles, cruzándose con la siniestra presencia de la Familia Manson. Paralelamente, se presenta la figura de Sharon Tate (Margot Robbie), quien simboliza el esplendor y la inocencia del Hollywood de la época. Tarantino reinterpreta los hechos históricos con un giro inesperado, ofreciendo una versión alternativa y catártica de la tragedia real.

La puesta en escena es meticulosamente detallada, con una recreación fidedigna de Los Ángeles de los 60, desde la cartelería hasta los automóviles y vestuario. Tarantino utiliza encuadres amplios para capturar la nostalgia de la época, junto con travellings y planos secuencia que sumergen al espectador en la acción. La posición de las cámaras es deliberadamente clásica, evocando el cine de la época dorada de Hollywood.

El uso del montaje es la clave. Las escenas de Rick Dalton en los sets de filmación contrastan con la fluidez de la vida cotidiana de Cliff Booth, generando una narrativa fragmentada pero cohesionada. Además, la iluminación y la paleta de colores cálidos refuerzan el tono nostálgico de la historia. En cuanto a la banda sonora, Tarantino vuelve a hacer gala de su habilidad para seleccionar canciones emblemáticas que refuercen la ambientación y el carácter de cada escena.

Tarantino, fiel a su estilo, llena la película de referencias del cine clásico y a la cultura pop de los 60. Se pueden encontrar homenajes a Sergio Leone, Sam Peckinpah y la televisión western de la época. También se nota la influencia del nuevo Hollywood, que comenzaba a emerger en ese período, con directores como Scorsese y Coppola redefiniendo la industria.

En términos de actuaciones, DiCaprio se luce al interpretar a un actor en crisis, con una mezcla de vulnerabilidad y arrogancia que lo hace profundamente humano. Brad Pitt, por su parte, construye un personaje carismático y relajado, cuya presencia roba la pantalla en cada escena. Margot Robbie, aunque con menos líneas de diálogo, logra transmitir la escena de Sharon Tate a través de su expresión y lenguaje corporal.

Érase una vez… en Hollywood es un homenaje melancólico y personal de Tarantino al cine y a la cultura que se desvanecía. Si bien su ritmo pausado y su atípica estructura narrativa pueden no ser del agrado de todos, su riqueza visual, su diálogo con la historia del cine y su reinterpretación de los hechos reales la convierten en una obra imprescindible. Con un desenlace que subvierte la tragedia y un amor palpable por el séptimo arte, Tarantino firma una de sus películas más maduras y emotivas.


viernes, 7 de marzo de 2025

Réquiem por un sueño (2000)

 

Rèquiem por un sueño (2000) es una película dirigida por Darren Aronofsky, basada en la novela homónima de Hubert Selby Jr. Se enmarca dentro del drama psicológico y cuenta con las actuaciones de Jared Leto, Jennifer Connelly, Ellen Burstyn y Marlon Mayans. La cinta, que dura 102 minutos, se ha consolidado como una de las más impactantes del cine contemporáneo debido a su desgarradora exploración de la adicción y la desesperanza.

Este análisis se realiza para reflexionar sobre la atemporalidad de la película y su impacto filosófico y emocional. Rèquiem por un sueño sigue siendo relevante en un mundo donde la adicción, en sus distintas formas, sigue destruyendo vidas. Más que una historia de drogas, es un retrato de la alienación humana y el autoengaño.

La película sigue la vida de cuatro personajes atrapados en espirales de autodestrucción. Harry Goldfarb (Jared Leto) y su novia Marion Silver (Jennifer Connelly) sueñan con una vida mejor, pero su dependencia a la heroína los arrastra a la desesperación. Tyrone (Marlon Wayans), el mejor amigo de Harry, también sucumbe ante el mundo de las drogas, buscando una salida que nunca llega. Por otro lado, Sara Goldfarb (Ellen Burstyn), madre de Harry, se obsesiona con la idea de aparecer en televisión y cae en la adicción a los anfetamínicos para perder peso, lo que la sumerge en la psicosis. La historia muestra cómo la búsqueda de un sueño se puede convertir en una pesadilla insoportable.

Aronofsky emplea una puesta en escena caótica y envolvente, marcada por la fragmentación y la velocidad vertiginosa de las imágenes. Su uso del “hiper-montaje”, con cortes rápidos y repeticiones obsesivas, sumerge al espectador en la mente de los personajes. Los colores vivos y la iluminación contrastada refuerzan el abismo entre la euforia inicial y la decadencia final. El vestuario y el diseño de producción también juegan un papel crucial al mostrar el deterioro físico y emocional de los protagonistas.

El movimiento de cámara de Rèquiem por un sueño es clave para generar una sensación de angustia. Aronofsky utiliza la “Snorricam” (una cámara sujetada al cuerpo del personaje) para transmitir la paranoia y la alienación de los personajes. Además, la película emplea planos cerrados y encuadres descentrados para intensificar la claustrofobia emocional. La división en cuatro estaciones refuerza la progresión de la degradación de los protagonistas.

Cada personaje representa un tipo de vacío existencial. Harry busca el éxito, pero se ahoga en su propia autocomplacencia. Marion, una artista con sueños rotos, se enfrenta a la prostitución como único medio de supervivencia. Tyrone, a pesar de sus ambiciones, se convierte en víctima de un sistema que lo condena. Sara, en su soledad y ansias de validación, se desmorona psicológicamente hasta perder el contacto con la realidad. El film logra que el espectador empatice con cada caso, no desde el juicio, sino desde la trágica comprensión de sus debilidades.

La película no es solo una advertencia sobre las drogas; es una meditación sobre la condición humana. La búsqueda de escape, la necesidad de llenar vacíos con sustancias o ilusiones, y el autoengaño son temas universales. Nos recuerda que la vida no está hecha para consumirse en adicciones, sino para vivirse con consciencia. El film es un grito desesperado contra la autodestrucción y una muestra del precio de perderse en falsas promesas.

Rèquiem por un sueño es una obra maestra del cine moderno que no deja indiferente. Su brutalidad visual y emocional nos enfrenta con la cruda realidad de la adicción, dejando un eco perturbador en la mente del espectador. Un recordatorio de que los sueños pueden convertirse en pesadillas si no se enfrentan con responsabilidad y consciencia.


jueves, 6 de marzo de 2025

Johnny cogió su fusil

 

Ficha técnica:

-       Título original: Johnny Got His Gun

-       Año: 1971

-       Director: Dalton Trumbo

-       Género: Drama, bélico, antibelicista

-       Duración: 111 minutos.

-       País: Estados Unidos

Hablar de Johnny cogió su fusil nunca es una elección arbitraria. La película de Dalton Trumbo es un hito del cine antibelicista, una obre que, a más de 50 años de su estreno, sigue interpelando a la conciencia humana sobre los horres de la guerra y los límites de la vida y la dignidad. Su revisión resulta especialmente pertinente en tiempos donde los conflictos armados siguen cobrándose víctimas y donde el debate sobre la eutanasia y la autodeterminación del cuerpo continúa vigente.

La película nos sumerge en la mente de Joe Bonham (Timothy Bottoms), un joven soldado que, tras ser gravemente herido en la Primera Guerra Mundial, queda atrapado en su propio cuerpo: sin brazos, sin piernas, sin rostro, incapaz de hablar o ver, pero plenamente consciente. A través de sus pensamientos y recuerdos, la historia nos conduce por un viaje angustiante donde la línea entre la vida y la muerte se vuelve difusa, y la guerra revela su rostro más despiadado y absurdo.

Trumbo, reconocido guionista y escritor, adapta su propia novela homónima con una dirección sobria pero impactante. La película alterna entre dos mundos: la cruda realidad en la que Joe yace inmóvil en un hospital militar y sus ensoñaciones y recuerdos, rodados en una evocadora paleta de colores. Mientras la realidad se muestra en un opresivo blanco y negro, las secuencias oníricas estallan en un sepia cálido y fantasmal, reflejando el contraste entre la crudeza de la situación y la evasiva esperanza de su mente.

El uso de la cámara es un elemento crucial: primeros planos extremos y encuadres cerrados transmiten la sensación de encierro de Joe, mientras que los planos subjetivos refuerzan la impotencia de un hombre reducido a un estado de prisión viviente. Trumbo utiliza la narrativa interna para sumergirnos en la angustia del protagonista, construyendo una experiencia cinematográfica profundamente sensorial.

Mas allá de la guerra, la película es un grito desesperado por la libertad y la dignidad humana. No solo denuncia la inutilidad de los conflictos armados y el sacrificio de los soldados en nombre de intereses políticos ajenos a ellos, sino que también abre un debate sobre la vida y la muerte: ¿es la existencia meramente biológica suficiente para considerar que alguien está vivo? Joe, reducido a un cuerpo inerte sin posibilidad de comunicación, se convierte en un símbolo de la deshumanización extrema provocada por la guerra.

El dilema de Joe también nos enfrenta a la discusión sobre la eutanasia. Pese a su deseo de morir con dignidad, su petición es ignorada por el sistema que lo mantiene vivo contra su voluntad. Su situación representa el extremo de la falta de autonomía sobre el propio cuerpo y plante preguntas aún vigentes en los debates éticos y legales actuales.

Jonnhy cogió su fusil es una película devastadora, tanto en su mensaje como en su ejecución. No es un film fácil de ver, pero es necesario. La combinación de su narrativa desgarradora, su innovador uso de la imagen y su profundo cuestionamiento filosófico la convierten en una obra maestra del cine antibelicista. Más allá de la denuncia contra la guerra es un llamado a la reflexión sobre la dignidad humana y el derecho a decidir sobre nuestra propia existencia. Trumbo no solo nos deja una película, sino un testimonio eterno del horror de la guerra y de la importancia de la libertad individual.


miércoles, 5 de marzo de 2025

The Boy II (2020)

 


Ficha técnica:

-       Título: Brahms: The Boy II

-       Año de estreno: 2020

-       Director: William Brent Bell

-       Género: Terror, suspenso

-       Duración: 86 minutos

-       País: Estados unidos

Decidí escribir esta crítica porque, tras haber visto la primera entrega The Boy (2016), tenía ciertas expectativas sobre esta secuela. Sin embargo, la película no logró estar a la altura de su predecesora, lo que me lleva a analizar sus fallos narrativos, técnicos y conceptuales.
La historia sigue a una familia que, tras un violento asalto, decide mudarse a una casa apartada para recuperarse de un trauma. Allí, el hijo de la pareja, Jude (Christopher Convery), encuentra a Brahms, el siniestro muñeco de porcelana. Desde este momento, comienzan a ocurrir eventos inquietantes.
Uno de los problemas principales de la narrativa es que desvirtúa por completo el giro de la película. The Boy destacó por jugar con las expectativas del espectador y entregar un giro sorprendente. Sin embargo, esta secuela decide abandonar ese concepto y transformar a Brahms en un muñeco sobrenatural, eliminando el elemento psicológico que hacía especial a la original.
El ritmo de la historia también resulta un problema. Los momentos de tensión se sientes forzados, y la trama avanza sin un verdadero desarrollo de los personajes. La película se apoya en tópicos predecibles del género de terror, como los jumpscares injustificados y los comportamientos ilógicos de los protagonistas.
Visualmente, la película no aporta nada nuevo. La dirección de William Brent Bell es funcional, pero carece de creatividad. La posición de cámara intenta generar tensión con planos cerrados y desenfocantes, pero no logra una atmósfera verdaderamente inquietante.
En comparación con la primera entrega, donde los encuadres ayudaban a generar incertidumbre sobre si el muñeco se movía o no, en esta secuela el recurso pierde fuerza porque desde el principio se nos indica que Brahms tiene un componente sobrenatural. Esto le resta impacto y suspenso a la historia.
Uso de los puntos más débiles de la película es la psicología de sus personajes. Liza (Katie Holmes), la madre de Jude, es presentada como una mujer traumatizada que intenta ayudar a su hijo a superar su miedo. Sin embargo, sus reacciones y decisiones a lo largo de la película son inconsistentes. Jude, por su parte, pasa de ser un niño vulnerable a un personaje casi inexpresivo, y su relación con Brahms no está lo suficientemente explorada para que el público se involucre emocionalmente.
El gran problema radica en que la película no profundiza en el trauma de la familia ni en los efectos psicológicos que Brahms genera en ellos. A diferencia de la primera entrega, donde la protagonista lidiaba con su pasado y aislamiento, aquí los conflictos son superficiales y apenas afectan el desarrollo de la historia.
Brahms: The Boy II es una secuela innecesaria que traiciona la esencia de su predecesora. La película opta por un enfoque sobrenatural que carece de originalidad y termina cayendo en los clichés más trillados del cine de terror. Su narrativa es floja, sus personajes poco desarrollados y su dirección carece de la creatividad necesaria para generar verdadero suspenso. En definitiva, The Boy fue una película mucho más efectiva en su propuesta, mientras que esta segunda parte se siente como una oportunidad desa

martes, 4 de marzo de 2025

El Nombre de la Rosa

 

Ficha técnica

Título original: Der Name der Rose

Año de estreno: 1986

Director: Jean-Jacques Annaud

Género: Thriller histórico, drama, misterio

Duración: 130 minutos

Nacionalidad: Alemania Occidental, Italia, Francia.

 

Pocas adaptaciones cinematográficas logran capturar la profundidad y la complejidad de una novela como El Nombre de la Rosa, la magistral obra de Umberto Eco. Sin embargo, Jean-Jacques Annaud nos ofrece una versión que, a pesar de sus licencias narrativas, logra transportar al espectador al oscuro y enigmático siglo XIV. Revisar esta película no solo es un ejercicio de cinefilia, sino también una oportunidad para reflexionar sobre la relación entre la religión, el conocimiento y el poder, temas que siguen vigentes hoy en día.

La película nos sitúa en el año 1327, es una abadía benedictina del norte de Italia, donde el monje franciscano Guillermo de Baskerville (Sean Connery) y su joven aprendiz Adso de Melk (Christian Slater) llegan para participar en un debate teológico entre franciscanos y enviados papales. Sin embargo, su estancia se ve perturbada por una serie de misteriosos asesinatos que desafían la lógica y despierta temor entre los monjes. Guillermo, con su aguda mente analítica y su escepticismo hacia la superstición, se embarca en una investigación que lo llevará a descubrir los secretos ocultos de la biblioteca del monasterio, un laberinto que encierra el conocimiento prohibido y la lucha entre fe y razón.

Annaud apuesta por una ambientación hiperrealista, donde la suciedad, el frio y la penumbra impregnan cada escena, sumergiendo al espectador en la crudeza de la Edad Media. La elección del monasterio como escenario no es casual: se rodó en varios castillos y monasterios europeos, con una atención meticulosa a la autenticidad arquitectónica. La iluminación natural y el uso de velas refuerzan la sensación de claustrofobia y misticismo, convirtiendo al monasterio en un personaje más en la historia.

La posición de la cámara juega un papel importante en la narrativa visual de la película. Annaud recurre a primeros planos intensos para capturar la expresividad de los monjes, muchos de ellos con rostros marcados por el fanatismo y el temor. Los travellings a través de los oscuros pasillos de la biblioteca y los contrapicados en los momentos de mayor tensión refuerzan la sensación de la laberinto y opresión. Además, el uso de la profundidad de campo nos permite observar los múltiples detalles de la escenografía sin perder de vista la acción principal.

La película nos ofrece un retrato desolador de la sociedad medieval: un mundo dominado por la miseria, la enfermedad y la superstición. La relación entre los monjes y los campesinos es de sumisión absoluta; el conocimiento se convierte en un privilegio exclusivo del clero, y cualquier intento de desafiar la ortodoxia es castigado con la hoguera. Esta visión de la Edad Media es coherente con la de Eco, quien nos muestra una sociedad atrapada entre la promesa de la salvación y el terror al castigo divino.

La película no solo es un thriller histórico, sino también una profunda reflexión sobre el poder y el dogmatismo. La dispuesta entre franciscanos y representantes del Papa refleja las tensiones políticas de la época: mientras los franciscanos abogan por una Iglesia pobre y austera, el Papado defiende el lujo y la autoridad absoluta. Este conflicto se ve reflejado en el personaje de Jorge de Burgos (Feodor Chalipin Jr.), un monje ciego cuya intolerancia hacia el conocimiento representa la rigidez del pensamiento medieval. Guillermo de Baskerville, en cambio, encarna la razón y el pensamiento crítico, convirtiéndose en una suerte de proto-investigador moderno.

El Nombre de la Rosa es mucho más que un thriller medieval, es una película que nos invita a cuestionar los mecanismos del poder, el papel de la religión y la importancia del conocimiento en una sociedad dominada por el miedo. Con una ambientación impecable, una dirección precisa y una interpretación magistral de Sean Connery, esta obra sigue siendo un referente del cine histórico. Una película que, como los libros prohibidos de la abadía, merece ser descubierta y redescubierta.


lunes, 3 de marzo de 2025

Spider-Man (2002). El renacer del superhéroe en la gran pantalla

 

Cuando Sam Raimi estrenó Spider-Man en 2002, el cine de superhéroes aún se tambaleaba entre el éxito y el fracaso. Sí, X-Men (2000) había demostrado que el género podía ser más que una caricatura, pero Spider-Man no solo consolidó la viabilidad de estas historias en Hollywood: la redefinió.

El guion de David Koeep toma el ADN del personaje creado por Stan Lee y Steve Ditko en 1962 y lo moderniza sin perder su esencia. La historia de Peter Parker (Tobey Maguire), un adolescente nerd que obtiene poderes tras ser mordido por una araña radiactiva, es el ejemplo perfecto de un viaje del héroe. La famosa frase “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, dicha por el Tío Ben (Cliff Robertson), no es solo un leitmotiv de la película, sino una declaración de principios que influiría en todas las películas de superhéroes posteriores.

Uno de los mayores aciertos del film es su enfoque en el sacrificio. Peter no solo enfrenta a un villano imponente, sino que lucha con la culpa, la soledad y la responsabilidad. La película no tiene prisa en transformarlo en Spider-Man, dedicando tiempo a su crecimiento emocional y mostrando las consecuencias de sus decisiones.

Sam Raimi, conocido hasta entonces por su trabajo en Evil Dead, imprime su sello en cada fotograma. La puesta en escena tiene el dinamismo de un cómic, con encuadres inclinados, planos secuencia vertiginosos y un manejo del color vibrante que resalta la estética de Nueva York.

Las escenas de acción siguen siendo memorables. La batalla final entre Spider-Man y el Duende Verde (Williem Dafoe) es brutal, física y sucia, lejos de los combates estilizados de superhéroes actuales. Raimi utiliza la cámara subjetiva para meternos en la piel de Spidey, y los movimientos de balanceo a través de la ciudad son innovadores para la época, logrados con una combinación pionera de CGI y efectos prácticos.

Spider-Man no solo cambió la industria del cine, sino que también tuvo un impacto en la cultura popular. Recaudó más de 820 millones de dólares en todo el mundo y se convirtió en la primera película en superar los 100 millones de dólares en su primer fin de semana en EE.UU., un hito que redefinió las estrategias de estreno en Hollywood.

Más allá de la taquilla, estableció el modelo del superhéroe vulnerable, emocional y humano, algo que más tarde Marvel Studios perfeccionaría con Iron Man y el MCU. Además, contribuyó a cambiar la percepción del cómic en la sociedad, alejándolo de su nicho geek y convirtiéndolo en un fenómeno global.

Datos curiosos.

1.    Leonardo DiCaprio y James Franco fueron considerados para el papel de Peter Parker

2.    Tobey Maguire hizo muchas acrobacias reales.

3.    El traje de Duende Verde fue originalmente más grotesco.

4.    La escena del beso invertido fue un reto, Maguire casi se ahoga por el agua que le entraba en la nariz mientras colgaba boca abajo.

5.    Stan Lee hizo uno de sus primeros cameos en una película de Marvel.

Hoy, casi 20 años después, Spider-Man sigue siendo un referente. No solo por lo que logró en taquilla, sino porque nos recordó que los héroes no son dioses inalcanzables, sino personas con dudas, miedos y, sobre todo, responsabilidad. Raimi no solo hizo una película de superhéroes; hizo un clásico del cine moderno.


La Iglesia entre la fe y el poder

  “Vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme”, dijo Jesús. Pero basta con mirar al Vaticano para ver que algo no cuadra. Jesús...