viernes, 31 de mayo de 2024

Alemania autoriza a Ucrania a defenderse con armas suministradas contra Rusia


 

Jesús Archivet

 

La escalada del conflicto entre Ucrania y Rusia ha alcanzado un nuevo punto álgido. Este viernes, Steffen Hebestreit, portavoz del canciller alemán Olaf Scholz, anunció que Ucrania puede utilizar las armas suministradas por Alemania para defenderse de los ataques rusos desde territorio ruso cercano a la frontera. Este permiso se otorga en un contexto de intensificación de los ataques rusos contra la región de Járkov, en el este de Ucrania.

 

“Estamos convencidos de que Ucrania tiene derecho, en virtud del derecho internacional, a defenderse de estos ataques”, declaró Hebestreit. Según él, Rusia ha estado preparando y coordinando ataques desde posiciones en la zona de Járkov, particularmente desde la región fronteriza rusa, lo que ha llevado a Alemania a dar luz verde a Kiev para que se defienda con ataques en territorio ruso.

 

Este movimiento es significativo, pues Alemania se une a otros aliados occidentales, como Estados Unidos y Francia, que también han autorizado a Ucrania a usar armas suministradas para operaciones defensivas más allá de sus fronteras. El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, matizó que la autorización para el uso de armas se refiere especialmente a la lucha defensiva en torno a Járkov, dada la proximidad de la frontera y la intensidad de los ataques rusos en esa área.

 

La decisión alemana responde a las necesidades comunicadas por el ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umérov, durante una reunión reciente en Odesa. Pistorius, en su visita a Moldavia, reiteró que la medida es acorde con el derecho internacional, un punto que Scholz y otros líderes occidentales han subrayado repetidamente.

 

El presidente estadounidense, Joe Biden, también ha dado su permiso a Ucrania para realizar ataques en territorio ruso con las armas entregadas por Estados Unidos, un permiso que Alemania ha seguido de cerca. Esta alineación de los aliados occidentales subraya una estrategia coordinada para permitir a Ucrania una defensa contra la agresión rusa.

 

En la rueda de prensa conjunta del martes con el presidente francés, Emmanuel Macron, Scholz expresó que le sorprendía el debate sobre la supuesta prohibición de Occidente a la legítima autodefensa ucraniana. “Ucrania tiene las posibilidades dentro del derecho internacional”, afirmó Scholz, respaldando firmemente el derecho de Kiev a defender su soberanía.

 

Hebestreit insistió en que las armas suministradas por Berlín a Kiev se utilizarán conforme al derecho internacional, asegurando que el apoyo a Ucrania se adapta continuamente a la evolución del conflicto. “Los ucranianos luchan por su país y su libertad. Muchos países de todo el mundo les apoyan política y económicamente, así como con un equipo militar y armas”, concluyó el portavoz.

 

Este nuevo desarrollo marca un punto crítico en el conflicto, resaltando la necesidad de una defensa activa por parte de Ucrania y la voluntad de sus aliados occidentales de proporcionar el apoyo necesario. En este contexto, la preservación de la paz y la seguridad en Europa depende de un equilibrio delicado entre la defensa legítima y la prevención de una escalda mayor que pueda desestabilizar aún más la región.

 

La autorización para usar armas en territorio ruso no es solo un acto de apoyo a Ucrania, sino una clara señal de que Europa y sus aliados están comprometidos con la defensa del derecho internacional y la soberanía de las naciones frente a la agresión injustificada. La situación en Járkov y las respuestas coordinadas de Occidente reflejan una determinación conjunta para resistir la intimidación y la expansión del conflicto.

 

La comunidad internacional debe seguir atenta y unida, abogando por soluciones diplomáticas que puedan conducir a una paz duradera y justa en la región. La lucha de Ucrania es un recordatorio de la importancia de la solidaridad y el apoyo mutuo en tiempos de crisis, y de la necesidad de mantener los principios de justicia y libertad que forman la base de la cooperación internacional.

Un delincuente convicto a las puertas de la Casa Blanca

 


Jesús Archivet

 

La política estadounidense se enfrenta a un escenario inédito y estremecedor: Donald Trump, expresidente y ahora convicto de 34 delitos, se erige como el candidato republicano con mayores posibilidades de regresar a la Casa Blanca en las elecciones del 5 de noviembre. Este hecho, sin precedentes en la historia del país, revela la magnitud de la crisis política y moral que atraviesa Estados Unidos.

 

El fallo del jurado popular, que declaró a Trump culpable de la falsificación de facturas, cheques y registros contables para ocultar pagos a la actriz de cine porno Stormy Daniels, es un terremoto cuyas ondas expansivas aún no pueden ser completamente anticipadas. El expresidente ha respondido con su característica bravura, convirtiendo su caso judicial en un tema de campaña y desafiando al sistema judicial al proclamar que el verdadero veredicto será el emitido por los votantes en noviembre.

 

“El verdadero veredicto será el 5 de noviembre por el pueblo”, declaró Trump tras salir del tribunal, donde escuchó uno por uno los cargos en su contra. Este llamado a las urnas no es solo un intento de salvación personal, sino un desafío directo a las instituciones democráticas. Al poner su destino en manos del electorado, Trump está erosionando aún más la confianza en un sistema ya profundamente polarizado y fracturado.

 

La capacidad de Trump para liderar las encuestas y mantenerse como el favorito del Partido Republicano, a pesar de sus condenas, evidencia un problema mayor: una parte significativa del electorado estadounidense ha perdido la fe en las normas democráticas y el estado de derecho. Esta situación refleja la profunda división y la radicalización de la política en Estados Unidos, donde un segmento considerable de la población está dispuesto a pasar por alto los delitos de su líder en favor de una agenda populista y autoritaria.

 

En este contexto, la figura de Trump simboliza una amenaza no solo para la política estadounidense, sino para la democracia misma. Su candidatura no es simplemente una campaña electoral; es un juicio a la capacidad del sistema democrático de Estados Unidos para resistir la tentación del autoritarismo y la corrupción.

 

Mientras tanto, el Partido Republicano enfrenta una encrucijada histórica. Respaldar a un candidato convicto socava su credibilidad y su compromiso con los principios democráticos. Sin embargo, rechazar a Trump podría significar la pérdida de una base de votantes leales y apasionados que han demostrado ser esenciales para el éxito electoral del partido.

 

La comunidad internacional observa con asombro y preocupación cómo un país que se proclama como el bastión de la democracia puede estar al borde de elegir a un delincuente convicto como su líder. Las implicaciones globales de un segundo mandato de Trump, tras una condena penal, podrían ser profundas, afectando desde las relaciones diplomáticas hasta el orden económico mundial.

 

En resumen, la situación actual con Donald Trump representa una crisis sin precedentes en la política estadounidense. La decisión de convertir su juicio en un espectáculo electoral es un desafío directo a las instituciones democráticas y plantea serias dudas sobre el futuro del sistema político en Estados Unidos. La elección de noviembre no será solo un veredicto sobre Trump, sino una prueba crucial para la democracia estadounidense y su capacidad para resistir las tentaciones del autoritarismo y la corrupción.

jueves, 30 de mayo de 2024

Las sombras de la Supercopa

 

Jesús Archivet

 

La reciente imputación de Gerard Piqué en el conocido caso como “caso Supercopa” nos obliga a reflexionar sobre las complejas intersecciones entre deporte, dinero y justicia. La magistrada ha encontrado indicios de delito en las comisiones derivadas del traslado de la competición a Arabia Saudí, un movimiento que en su momento suscitó no pocas controversias. Cabe recordar, como subraya la jueza, que Piqué aún era jugador activo del FC Barcelona cuando se produjeron estos hechos.

 

Este escándalo, que parece sacado de una trama novelesca, pone de manifiesto cómo el deporte de élite ha quedado atrapado en las redes del capitalismo global. La Supercopa de España, tradicionalmente disputada en suelo español, fue llevada a tierras saudíes bajo el manto de la modernización y la globalización. Sin embargo, detrás de estos discursos grandilocuentes, subyacen intereses económicos que, en ocasiones, rozan la ilegalidad.

 

La figura de Gerard Piqué, emblemática tanto dentro como fuera del campo, se ve ahora empañada por estas acusaciones. No se trata únicamente de la posible comisión de un delito, sino de la erosión de la confianza que los aficionados depositan en los ídolos deportivos. Piqué no es solo un jugador; es un símbolo, y cuando un símbolo se ve involucrado en prácticas corruptas, el daño trasciende lo personal y alcanza lo colectivo.

 

El traslado de la Supercopa a Arabia Saudí no puede analizarse de forma aislada. Es un reflejo de un fenómeno más amplio: la mercantilización del deporte. El fútbol, el deporte rey, se ha convertido en un producto más en el mercado global, donde los valores tradicionales quedan relegados a un segundo plano frente a los beneficios económicos. La participación de Arabia Saudí, un país con un cuestionable historial en derechos humanos, añade una capa más de complejidad y controversia a esta decisión.

 

Es aquí donde la justicia debe desempeñar su papel fundamental. Las investigaciones y posibles imputaciones no deben ser vistas como una caza de brujas, sino como un necesario ejercicio de transparencia y redención de cuentas. La sociedad exige saber hasta qué punto las decisiones que afectan al deporte están contaminadas por intereses privados que pueden llegar a vulnerar la ley.

 

El caso Piqué nos recuerda que nadie está por encima de la ley, y que las estrellas del deporte también deben responder por sus acciones. Este proceso judicial puede marcar un precedente importante para futuras gestiones en el ámbito deportivo, donde la ética debe primar sobre el lucro.

 

En última instancia, debemos cuestionarnos qué tipo de deporte queremos para nuestras sociedades. Un deporte que siga siendo un espacio de valores y competición sana, o uno en el que las decisiones se tomen en oscuros despachos movidos por intereses económicos. La imputación de Piqué no es solo una cuestión judicial, sino una oportunidad para reflexionar sobre el rumbo que está tomando el deporte en la era del capitalismo global.

 

Es crucial que, como sociedad, exijamos más transparencia y ética en las gestiones deportivas. El fútbol, y el deporte en general, deben recuperar su esencia: ser una actividad que une a las personas, que promueve el esfuerzo y la superación personal. Y que, ante todo, respete los principios de justicia y equidad.


miércoles, 29 de mayo de 2024

La ilusión del poder

 


Jesús Archivet



En las complejas mareas de la existencia de la humanidad, el antagonismo entre diversas castas y sectas políticas se revela como un drama eterno y universal. Este juego perpetuo es animado por lo llamados intelectuales, aquellos profesionales de sueldo fijo, portadores de una palabra que bien podría clasificarse de apócrifa. Tal es la esencia de la política: una danza de poder en la que, tristemente, la dedsconfianza hacia las clases políticas, empresariales y culturales, incluso las aparentemente bien intencionadas, es no solo aconsejable sino necesaria. La realidad cínica y minimalista de que un ideal altruista no debe materializarse de ninguna forma parece ser una verdad ineludible en el escenario político contemporáneo.


La representación que nos propone las democracias débiles ha facrasado rotundamente. Sin embargo, la pulsión por votar persiste, un deseo insaciable que busca una falsa saciedad a través de la parcipación continua en un sistema de representación vacío. Este fenómeno puede interpretarse como una digestión bulímica y excremental del sistema, una manera de rechazarlo por exceso y no por rechazo, transformando así todo el sistema en un gran bolo fecal.


El retorno de una forma de facismo 'new age' en países como Argentina evidencia la debilidad intrínseca de los sistemas políticos y la extrema fragilidad del tejido social. En esta democracia agonizante, el gobernante inestable y desequilibrado, de capacidad nula en gestión pero de gravitación crucial en la vida argentina, se esfuerza en cumplir sus objetivo de represión, destrucción y censura. Anuncia sin tapujos que no hay espacio para devoluciones ni quejas.


En "Stalker" de Tarkovski, la Zona es una metáfora de la promesa de un ideal, un lugar donde los deseos más profundos pueden materializarse. Esta visión resuena con la crítica de Sanguinetti a los sistemas políticos actuales y su representación vacía. Ambos reflejan la desilusión con las instituciones establecidas y la búsqueda de un significado auténtico en un mundo donde las verdades son manipuladas.


La fascinación por el poder y la violencia ejercida sobre lo más débiles es una constante histórica que revela la proyección de los inconscientes reprimidos de los pueblos. La burgesía en todas sus formas, se ha ergido como enigma de la autenticidad y la equidad, destruyendo la fantástica aventura de vivir en libertad. El desprecio por la burgesía, por el tilingio, el cipayo, y su idiosincrasia se funda en su destrucción sistemática de cualquier intento de vida plena y libre.


"La Huega" de Robert Koehler (1886) captura con destreza el momento álgido de una disputa laboral, una metáfora visual de la lucha de clases y la resistencia frente al poder opresivo. Los trabajadores, unidos y solidarios, representan el corazon de la resistencia frente a un patrón distante e impasible, reflejando la inevitable erupción de la lucha por la justicia social.


Argentina vive una crisis profunda, marcada por la anomia cultural, política y social. La eleccion de Javier Milei como presidente en 2023 simboliza la caida vertiginosa del país hacia una represión sin precedentes, desgradadno la vida de millones de personas. Esta situación recurda la figura del dictador Adam Sutler en "V de Vendetta", una alegoría del presidente neoliberal y de extrema derecha, reflejando la opresión y la eliminación de la libertad.


La desobediencia se erige como una necesidad vital ante el poder de los ignorantes y las injusticias del sistema. Inspirado por Eduardo Galeano, propongo declarar el "Día de la Desobedinecia" como un acto de resistencia cultural y social, una rebelión contra la imposiciones arbitrarias y la opresión. La desobediencia es una actitud natural y necesaria para mantener la dignidad y la libertad en un mundo injusto.


La resistencia y la desobediencia son esenciales para enfrentar un sistema necrótico y disfuncional. En la obra " La invención de Morel" de Alfonso Bioy Casares, los personajes condenados a revivir sus momentos reflejan la manipulación de la historia y la lucha contra el olvido. Esta lucha es una metáfora de nuestra resistencia contra el poder opresivo y la búsqueda de una identidad auténtica.


Desobedecer significa expulsar de nuestras vidas la soberbia, la prepotencia y la desigualdad, caminar hacia un horizonte de armonía y fraternidad, y resistir las imposiciones de un sistema que perpetúa la injusticia y la explotación. En un mundo donde la violencia y la opresión fascinan, es vital unir voluntades y persistir en la resistencia, honrando la vida y luchando por un mundo más justo y libre.


Meditando sobre la fragilidad de la democracia y la manipulación de la memoria, es crucial prepararnos para lo imposible y resistir con todas nuestras fuerzas. La vida es breve y el destino marca nuestros pasos. La desobediencia es un acto de amor y libertad, una respuesta necesaria ante la prepotencia y la opresión de los poderosos. Honremos nuesta vida y busquemos las verdad y la justicia, resistiendo siempre contra el poder de los imbéciles y los opresores.

lunes, 27 de mayo de 2024

La Venganza de los Inquisidores




Por Jesús Archivet


En un giro de los acontecimientos que parece sacado de las páginas más oscuras de la historia, el Gobierno de Israel ha lanzado una advertencia tan contundente como inquietante: "los tiempos de la Inquisición han terminado". Con esta frase, el ministro de Exteriores, Israel Katz, dejó claro que el Estado judío no se quedará de brazos cruzados ante la decisión de España, Noruega e Irlanda de reconocer el Estado de Palestina. La represalia no se ha hecho esperar: a partir del 1 de junio, el Consulado de España en Jerusalén tendrá prohibido prestar servicio a los palestinos.


La declaración de Katz no es solo una amenaza; es una afirmación de poder y una advertencia de que la paciencia de Israel tiene límites bien definidos. "Hoy en día, el pueblo judío tiene un Estado soberano e independiente, y nadie nos obligará a convertir nuestra religión ni amenazará nuestra existencia: aquellos que nos hacen daño, nosotros les haremos daño en respuesta", sentenció el ministro. Las palabras resonaron con fuerza, recordando un pasado de persecución y sufrimiento que el pueblo judío ha decidido no olvidar ni repetir.


Sin embargo, esta postura de ojo por ojo nos invita a reflexionar sobre el estado actual de la diplomacia y la política internacional. ¿Es esta la manera en que las naciones deben resolver sus diferencias en el siglo XXI? La dureza de las declaraciones de Katz contrasta con los ideales de diálogo y negociación que deberían guiar las relaciones entre Estados. Reconocer el Estado de Palestina es, para muchos, un paso hacia la justicia y la paz en una región marcada por el conflicto. Pero la respuesta de Israel nos devuelve a una lógica de represalias y castigos que no augura un futuro prometedor.


La referencia a la Inquisición es especialmente significativa. La Inquisición, ese oscuro capítulo de la historia española, simboliza la intolerancia y la persecución religiosa. Israel Katz, al invocar ese fantasma del pasado, está trazando un paralelismo entre la persecución sufrida por los judíos y las actuales tensiones políticas. Es una forma poderosa de decir: no somos los mismos que antes, ahora tenemos el poder y lo utilizaremos para protegernos.


El cierre del consulado español a los palestinos es una medida que afectará a miles de personas. Es un golpe a la diplomacia y a los esfuerzos por construir puentes entre comunidades y naciones. Esta decisión no solo es una respuesta a un acto simbólico, sino que tendrá consecuencias reales y tangibles para los palestinos que dependen de esos servicios. La política internacional, con su complejidad y sus juegos de poder, termina siempre por impactar en la vida de los más vulnerables.


La declaración de Katz y la respuesta de Israel a la decisión de España, Noruega e Irlanda abren un nuevo capítulo en el largo y doloroso conflicto de Oriente Medio. Nos enfrentamos a un momento en el que las palabras y las acciones de los líderes mundiales tienen un peso inmenso. La historia nos ha enseñado que la violencia engendra violencia, y que la verdadera fuerza reside en la capacidad de diálogo y entendimiento.


Como ciudadanos del mundo, debemos exigir a nuestros líderes que abandonen la retórica de la confrontación y abracen la del diálogo. El reconocimiento del Estado de Palestina es un paso hacia la paz, pero debe ir acompañado de un compromiso firme de todas las partes para resolver sus diferencias de manera pacífica. Solo así podremos evitar que los fantasmas del pasado, como la Inquisición, sigan persiguiendo nuestro presente y nuestro futuro.


En este contexto, la comunidad internacional tiene un papel crucial. No podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento y la injusticia. Debemos alzar la voz por aquellos que no pueden hacerlo y trabajar juntos para construir un mundo más justo y pacífico. La amenaza de "hacer daño a los que nos hacen daño" no debe ser la última palabra. La última palabra debe ser la de la paz, la justicia y la dignidad para todos.



El Tribunal del Odio

 


Jesús Archivet



En un escenario que debería de simbolizar la justicia y la democracia, el juzgado de lo Penal de la capital se convirtió ayer en un triste espectáculo de odio y violencia verbal. El exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, y la exministra de Igualdad, Irene Montero, llegaron a los juzgados para testificar en el juicio contra el hombre que durante siete meses acosó a su familia en su vivienda de Galapagar. Sin embargo, lo que encontraron al llegar fue un grupo de personas de extrema derecha que les recibieron con una retahíla de insultos y amenazas.


La crispación se palpaba en el aire. Al bajar del coche oficial, Iglesias y Monero fueron inmediatamente rodeados por individuos que, envalentonados por el anonimato y el tumulto, comenzaron a lanzar improperios: "miserables", "sinvergüenzas", "vende obreros", "asquerosos", "aprovechados". La lista de insultos es larga y triste, pero lo más preocupante fue el tono amenazante de algunas voces que llegaron a gritar: "a ti tengo ganas de encontrarte yo en la calle".


La derecha extrema, esa que se alimenta del miedo y resentimiento, ha encontrado en las redes sociales y en ciertos medios de comunicación su altavoz para su odio. Ayer, esas voces virtuales tomaron forma física a las puertas del juzgado, demostrando una vez más que el discurso de odio no es inocuo. Se materializa en personas dispuestas a gritar y amenazar, envalentonadas por la impunidad de la masa.


La libertad de expresión, ese baluarte de la democracia, no puede ser coartada para el linchamiento público. La violencia verbal es el preludio de la violencia física. Cuando el odio se normaliza, se legitima el siguiente paso: el acoso, la agresión, el asesinato. ¿Es esto lo que queremos para nuestra sociedad? ¿Una convivencia basada en el miedo y la intimidación?


La justicia debe ser ciega, pero no sorda. No puede ignorar el contexto en el que se desarrolla. Los jueces y fiscales que ayer asistieron al lamentable espectáculo de odio a las puertas de los juzgados tienen la responsabilidad de proteger no solo la legalidad, sino también a la dignidad de las personas. Pablo Iglesias e Irene Montero no solo son figuras políticas; son seres humanos que tienen derecho a vivir sin miedo, a ser juzgados en un ambiente de respete y justicia.


El acoso que sufrieron en su hogar de Galapagar y las amenazas que ayer recibieron son dos caras de la misma moneda: la intorelancia. Esa intolerancia que se disfraza de libertad de expresión, pero que en realidad no es más que una manifestación de la incapacidad para convivir en la diferencia.


Hoy más que nunca, es necesario que los demócratas levantemos la voz. Que defendamos el diálogo, la empatía y el respeto como pilares de nuestra convivencia. No podemos permitir que el odio y la intimidación se normalicen. Si lo hacemos, estaremos renunciando a nuestra humanidad, entregándonos a la barbarie.


El juicio contra el acosador de Galapagar no es solo un jucio contra un individuo; es una prueba de la capacidad de nuestra sociedad para defender los valores democráticos frente a la embestida del odio. Es una llamada a la responsabilidad de todos: jueces, políticos, medios de comunicación y ciudadanos. Solo juntos, podremos construir una sociedad en la que la justicia no sea un teatro de odio, sino un verdadero baluarte de la convivencia y la dignidad humana.


domingo, 26 de mayo de 2024

Fascismo y falangismo. Diferencias y convergencias

 


Por: Jesús Archivet



En el escenario político europeo del siglo XX, dos ideologías autoritarias se destacaron por su capacidad para movilizar masas y consolidar regímenes totalitarios: el fascismo italiano y el falangismo español. Aunque ambos movimientos comparten rasgos comunes y frecuentemente se les agrupa bajo el paraguas del autoritarismo de de derechas, existen diferencias significativas que merece la pena explorar.


El fascismo nació en Italia bajo el liderazgo de Benito Mussolini en 1919. Este movimiento se caracterizó por una ideología nacionalista extrema, el culto al líder, y la glorificación de la violencia y la guerra como medios para alcanzar la grandeza nacional. Mussolini aspiraba a la creación de un Estado totalitario que controlara todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos, desde la economía hasta la cultura, pasando por la educación y la propaganda.


El fascismo italiano se centró en la idea de una revolución permanente, donde el Estado era visto como un organismo en constante cambio y expansión. El concepto de corporativismo jugó un papel central, proponiendo la cooperación entre clases bajo la supervisión del Estado, eliminando así los conflictos de clase en favor de una unidad nacional.


Por otro lado, el falangismo español, encabezado por José Antonio Primo de Rivera, emergió en la década de 1930 como una reaccion a la inestabilidad política y social de la Segunda República Española. La Falange Española y de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista) compartía con el fascismo italiano la exaltación de la nación y el rechazo al liberalismo y al comunismo. Sin embargo, el falangismo incorporó elementos únicos de las historia y la cultura española.


La Falange promovía una síntesis de nacionalismo y sindicalismo, donde se combinaban la tradición católica y la idea de una comunidad orgánica basada en la familia, el municipio y los sindicatos verticales. A diferencia del corporativismo fascista, el falangismo enfatizaba la solidaridad entre españoles y un retorno a valores tradicionales, aunque también pretendía ser una fuerza revolucionaria que buscaba transformar la socidad española.


Ambos movimientos compartían un desprecio por la democracia liberal y el parlamentarismo, así como una oposición feroz al marxismo. Sin embargo, mientras que el fascismo italiano aspiraba a una modernización radical y expansiva, el falangismo español se inclinaba más hacia la preservación de elementos tradicionales y un enfásis en la identidad católica.


En términos de implementación, el régimen franquista en España, aunque incorporó elementos de la Falange, nunca adoptó plenamente la visión falangista de una revolución nacional-sindicalista. Francisco Franco, más pragmático, prefirió una mezcla de autoritarismo militar con influencias falangistas, conservadoras y clericales.


La comparación entre fascismo y falangismo revela la complejidad y diversidad dentro del espectro de autoritarismo de derechas en Europa. Mientras que ambos movimientos compartieron objetivos comunes de control total del Estado y rechazo a las ideología de izquierda, sus métodos y filosofías subyacentes presentaron diferencias significativas. Entender estas diferencias es crucial para comprender cómo cada ideología moldeó su respectivo país y cómo sus legados continuán influyendo en la política contemporánea.


Aunque el fascismo y el falangismo a menudo se confunden o se usan indistintamente en el discurso popular, una mirada más cercana revela diferencias profundas en sus orígenes, objetivos y métodos. Esta comprensión en esencial no solo para los historiadores, sino para todos aquellos interesados en las dinámicas del poder y la política en el siglo XX y más allá.

Señor, dame paciencia

  Ficha técnica: Título: Señor, dame paciencia Año: 2017 Director: Álvaro Díaz Lorenzo Género: Comedia Nacionalidad: España Dura...