Jesús Archivet
René
Descartes, en su búsqueda de una verdad indudable, proclamó “Cogito, ergo sum”
(Pienso, luego existo). Este enunciado se ha convertido en uno de los pilares
fundamentales de la filosofía moderna, sugiriendo que el acto de pensar es
prueba suficiente de la existencia del ser. Sin embargo, esta concepción, que coloca
la existencia individual en el centro de la realidad, puede ser cuestionada
desde una perspectiva alternativa que considera la vida como una obra de teatro
o un simulacro al estilo de los SIMS, dirigida por un Ser superior.
Imaginemos
por un momento que nuestra experiencia no es producto de nuestra propia
conciencia autónoma, sino que está preescrita y dirigida por una entidad
superior. En esta visión, la vida es una obra de teatro donde cada ser humano
tiene un papel asignado desde el inicio del universo. Esta concepción se
asemeja a la idea del destino, donde nuestras acciones, pensamientos y
experiencias están predeterminados.
El
dramaturgo divino, o Creador, escribe el guion de nuestras vidas con el mismo
cuidado y detalle con el que un ingeniero programa un robot. El ingeniero
define cada aspecto del robot, desde su hardware hasta su software, para cumplir
con una función específica. De manera similar, el Creador diseña a cada persona
con características únicas y un propósito particular en el gran esquema de la
existencia.
En
esta obra de teatro, el Creador ha dotado a cada individuo de diferentes roles:
algunos son destinados a ser buenos, otros malos, algunos afortunados y otros
desgraciados. Esta distribución de roles es esencial para la dinámica del
teatro de la vida. Sin la dualidad entre el bien y el mal, la fortuna y la
desdicha, la obra perdería su complejidad y profundidad.
Descartes
sostenía que el pensamiento es prueba de la existencia individual y autónoma. Sin
embargo, si nuestras acciones y pensamientos son simplemente la ejecución de un
guion preescrito, la noción de una existencia fundamentada en el pensamiento
consciente se desvanece. En su lugar, la realidad se convierte en un escenario
donde la ilusión de libre albedrío es parte del diseño del Creador.
Para
comprender mejor esta perspectiva, podemos utilizar la analogía de un popular
videojuego: Los SIMS. En este juego, los jugadores crean y controlan personajes
virtuales, decidiendo sus acciones, relaciones y destinos. Los SIMS creen estar
tomando las decisiones por sí mismo, pero en realidad, cada movimiento y elección
está determinada por el jugador.
De
la misma manera, podríamos considerar que nuestras vidas están siendo manejadas
por un Ser superior que, como el jugador de SIMS, define nuestros camino y
destinos. Este Ser superior puede modificar las circunstancias de nuestras
vidas, introduciendo pruebas, bendiciones y desafíos para cumplir con un
propósito mayor que quizás nunca comprenderemos en su totalidad.
La
idea de que la vida es una obra de teatro o un juego dirigido por un Creador
superior contradice directamente el principio de “Cogito, ergo sum”. Si nuestros
pensamientos y acciones están preprogramados, el acto de pensar no es una
prueba de existencia autónoma, sino simplemente la ejecución de una
programación. La conciencia individual se convierte en una mera ilusión, una
herramienta del Creador para enriquecer la narrativa de la vida.
La
concepción cartesiana de la existencia, basada en el pensamiento consciente
como prueba de ser, se ve profundamente cuestionada por la visión de la vida
como una obra de teatro o un juego de los SIMS. En esta perspectiva, la noción
de libre albedrío se disuelve, y la existencia individual se redefine como la interpretación
de un papel predeterminado por un Creador omnisciente. Esta visión no solo
desafía la validez de “Cogito, ergo sum”, sino que también invita a una
reflexión más profunda sobre la naturaleza de la realidad y el destino humano.
En
el marco de la vida como una obra de teatro dirigida por un Ser superior,
podemos explorar cómo las religiones encajan en esta narrativa. Desde tiempos inmemoriales,
la humanidad ha buscado comprender su existencia y el propósito de la vida a
través de diversas religiones. Estas religiones, aunque diversas en sus
doctrinas y prácticas, comparten un objetivo común: acercar a los seres humanos
a una compresión de Dios o del Creador.
Si
consideramos que la vida está dirigida por un Ser superior que ha programado a
cada individuo con un destino específico, las religiones pueden verse como
diferentes caminos hacia una verdad última que es Dios. Cada religión ofrece
una visión particular de la divinidad y una ruta hacia la trascendencia espiritual.
Esta diversidad no necesariamente implica que una religión sea más verdadera
que otra, sino que cada una es una interpretación del guion preescrito por el
Creador.
En
esta obra de teatro cósmica, el Creador puede haber establecido múltiples
religiones para reflejar la diversidad humana y las distintas formas de
entender y relacionarse con lo divino. Así, el judaísmo, el cristianismo, el
islam, el hinduismo, el budismo, y otras religiones pueden ser vistas como
diferentes actos en la misma obra, cada uno con su propio enfoque y narrativa,
pero todos dirigidos por el mismo autor divino.
Por
otro lado, también podríamos considerar la posibilidad de que las religiones
sean instrumentos de manipulación, tanto del hombre como del Creador. Desde una
perspectiva crítica, las religiones han sido utilizadas a lo largo de la
historia para consolidar el poder, controlar a las masas y justificar diversas
formas de dominación y violencia. Esta función manipuladora puede ser parte del
diseño del Creador para mantener el orden en el teatro de la vida, donde el
conflicto y el control son necesarios para la evolución de la trama.
Esta
perspectiva sugiere que el Creador ha programado a los seres humanos no solo
para creer en una divinidad, sino para hacerlo de manera divergente. La creencia
en un ser superior y la diversidad de religiones podría ser un mecanismo
diseñado para fomentar la variabilidad y el dinamismo en la obra de teatro de
la vida. Al creer en diferentes versiones de lo divino y al seguir distintas
doctrinas, los humanos actúan y reaccionan de maneras que enriquecen la narrativa
global de la existencia.
Si
Dios o el Creador ha programa a cada ser humano para creer en Él de diversas
maneras, entonces la fe y la religión pueden ser vistan como componentes
integrales del guion de nuestras vidas. Esta programación no implica que Dios
intervenga directamente en nuestras decisiones diarias, sino que ha establecido
condiciones y predisposiciones que nos llevan a desarrollar creencias
religiosas.
Cada
individuo, con su propia configuración mental y espiritual, encuentra su camino
hacia la divinidad de una manera que parece personal y única, pero que en
realidad es parte del diseño divino. Este enfoque puede explicar por qué
existen tantas interpretaciones diferentes de Dios y por qué ninguna religión
puede reclamar ser la única verdad absoluta.
Desde
esta perspectiva, la fe puede ser vista como una ilusión necesaria para cumplir
con el propósito del teatro de la vida. La creencia en un Creador y en un
propósito divino proporciona significado y dirección a la existencia humana,
incluso si esta creencia es una programación preestablecida. La diversidad de
fe y religión enriquece la experiencia humana y permite la exploración de
diferentes aspectos de la espiritualidad y la moralidad.
Al
considera la vida como una obra de teatro o un juego dirigido por un Ser
superior, la noción cartesiana de la existencia basada en el pensamiento
consciente se ve profundamente cuestionada. En esta narrativa, las religiones
emergen como diferentes caminos hacia el mismo Creador, reflejando la diversidad
programada de la humanidad. Sin embargo, también pueden ser vistas como
instrumentos de manipulación, tanto por el hombre como el Creador, diseñador
para mantener el orden y el dinamismo en el teatro de la vida. En última instancia,
la creencia en Dios y en la religión puede ser una ilusión necesaria, una parte
esencial del guion preescrito que da sentido y propósito a nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario