viernes, 7 de junio de 2024

Una crítica a “Cogito Ergo Sum”

 

Jesús Archivet

 

René Descartes, en su búsqueda de una verdad indudable, proclamó “Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo). Este enunciado se ha convertido en uno de los pilares fundamentales de la filosofía moderna, sugiriendo que el acto de pensar es prueba suficiente de la existencia del ser. Sin embargo, esta concepción, que coloca la existencia individual en el centro de la realidad, puede ser cuestionada desde una perspectiva alternativa que considera la vida como una obra de teatro o un simulacro al estilo de los SIMS, dirigida por un Ser superior.

Imaginemos por un momento que nuestra experiencia no es producto de nuestra propia conciencia autónoma, sino que está preescrita y dirigida por una entidad superior. En esta visión, la vida es una obra de teatro donde cada ser humano tiene un papel asignado desde el inicio del universo. Esta concepción se asemeja a la idea del destino, donde nuestras acciones, pensamientos y experiencias están predeterminados.

El dramaturgo divino, o Creador, escribe el guion de nuestras vidas con el mismo cuidado y detalle con el que un ingeniero programa un robot. El ingeniero define cada aspecto del robot, desde su hardware hasta su software, para cumplir con una función específica. De manera similar, el Creador diseña a cada persona con características únicas y un propósito particular en el gran esquema de la existencia.

En esta obra de teatro, el Creador ha dotado a cada individuo de diferentes roles: algunos son destinados a ser buenos, otros malos, algunos afortunados y otros desgraciados. Esta distribución de roles es esencial para la dinámica del teatro de la vida. Sin la dualidad entre el bien y el mal, la fortuna y la desdicha, la obra perdería su complejidad y profundidad.

Descartes sostenía que el pensamiento es prueba de la existencia individual y autónoma. Sin embargo, si nuestras acciones y pensamientos son simplemente la ejecución de un guion preescrito, la noción de una existencia fundamentada en el pensamiento consciente se desvanece. En su lugar, la realidad se convierte en un escenario donde la ilusión de libre albedrío es parte del diseño del Creador.

Para comprender mejor esta perspectiva, podemos utilizar la analogía de un popular videojuego: Los SIMS. En este juego, los jugadores crean y controlan personajes virtuales, decidiendo sus acciones, relaciones y destinos. Los SIMS creen estar tomando las decisiones por sí mismo, pero en realidad, cada movimiento y elección está determinada por el jugador.

De la misma manera, podríamos considerar que nuestras vidas están siendo manejadas por un Ser superior que, como el jugador de SIMS, define nuestros camino y destinos. Este Ser superior puede modificar las circunstancias de nuestras vidas, introduciendo pruebas, bendiciones y desafíos para cumplir con un propósito mayor que quizás nunca comprenderemos en su totalidad.

La idea de que la vida es una obra de teatro o un juego dirigido por un Creador superior contradice directamente el principio de “Cogito, ergo sum”. Si nuestros pensamientos y acciones están preprogramados, el acto de pensar no es una prueba de existencia autónoma, sino simplemente la ejecución de una programación. La conciencia individual se convierte en una mera ilusión, una herramienta del Creador para enriquecer la narrativa de la vida.

La concepción cartesiana de la existencia, basada en el pensamiento consciente como prueba de ser, se ve profundamente cuestionada por la visión de la vida como una obra de teatro o un juego de los SIMS. En esta perspectiva, la noción de libre albedrío se disuelve, y la existencia individual se redefine como la interpretación de un papel predeterminado por un Creador omnisciente. Esta visión no solo desafía la validez de “Cogito, ergo sum”, sino que también invita a una reflexión más profunda sobre la naturaleza de la realidad y el destino humano.

En el marco de la vida como una obra de teatro dirigida por un Ser superior, podemos explorar cómo las religiones encajan en esta narrativa. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado comprender su existencia y el propósito de la vida a través de diversas religiones. Estas religiones, aunque diversas en sus doctrinas y prácticas, comparten un objetivo común: acercar a los seres humanos a una compresión de Dios o del Creador.

Si consideramos que la vida está dirigida por un Ser superior que ha programado a cada individuo con un destino específico, las religiones pueden verse como diferentes caminos hacia una verdad última que es Dios. Cada religión ofrece una visión particular de la divinidad y una ruta hacia la trascendencia espiritual. Esta diversidad no necesariamente implica que una religión sea más verdadera que otra, sino que cada una es una interpretación del guion preescrito por el Creador.

En esta obra de teatro cósmica, el Creador puede haber establecido múltiples religiones para reflejar la diversidad humana y las distintas formas de entender y relacionarse con lo divino. Así, el judaísmo, el cristianismo, el islam, el hinduismo, el budismo, y otras religiones pueden ser vistas como diferentes actos en la misma obra, cada uno con su propio enfoque y narrativa, pero todos dirigidos por el mismo autor divino.

Por otro lado, también podríamos considerar la posibilidad de que las religiones sean instrumentos de manipulación, tanto del hombre como del Creador. Desde una perspectiva crítica, las religiones han sido utilizadas a lo largo de la historia para consolidar el poder, controlar a las masas y justificar diversas formas de dominación y violencia. Esta función manipuladora puede ser parte del diseño del Creador para mantener el orden en el teatro de la vida, donde el conflicto y el control son necesarios para la evolución de la trama.

Esta perspectiva sugiere que el Creador ha programado a los seres humanos no solo para creer en una divinidad, sino para hacerlo de manera divergente. La creencia en un ser superior y la diversidad de religiones podría ser un mecanismo diseñado para fomentar la variabilidad y el dinamismo en la obra de teatro de la vida. Al creer en diferentes versiones de lo divino y al seguir distintas doctrinas, los humanos actúan y reaccionan de maneras que enriquecen la narrativa global de la existencia.

Si Dios o el Creador ha programa a cada ser humano para creer en Él de diversas maneras, entonces la fe y la religión pueden ser vistan como componentes integrales del guion de nuestras vidas. Esta programación no implica que Dios intervenga directamente en nuestras decisiones diarias, sino que ha establecido condiciones y predisposiciones que nos llevan a desarrollar creencias religiosas.

Cada individuo, con su propia configuración mental y espiritual, encuentra su camino hacia la divinidad de una manera que parece personal y única, pero que en realidad es parte del diseño divino. Este enfoque puede explicar por qué existen tantas interpretaciones diferentes de Dios y por qué ninguna religión puede reclamar ser la única verdad absoluta.

Desde esta perspectiva, la fe puede ser vista como una ilusión necesaria para cumplir con el propósito del teatro de la vida. La creencia en un Creador y en un propósito divino proporciona significado y dirección a la existencia humana, incluso si esta creencia es una programación preestablecida. La diversidad de fe y religión enriquece la experiencia humana y permite la exploración de diferentes aspectos de la espiritualidad y la moralidad.

Al considera la vida como una obra de teatro o un juego dirigido por un Ser superior, la noción cartesiana de la existencia basada en el pensamiento consciente se ve profundamente cuestionada. En esta narrativa, las religiones emergen como diferentes caminos hacia el mismo Creador, reflejando la diversidad programada de la humanidad. Sin embargo, también pueden ser vistas como instrumentos de manipulación, tanto por el hombre como el Creador, diseñador para mantener el orden y el dinamismo en el teatro de la vida. En última instancia, la creencia en Dios y en la religión puede ser una ilusión necesaria, una parte esencial del guion preescrito que da sentido y propósito a nuestras vidas.


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